Wellbad
«The Rotten»
Blue Central Records. 2017
Descubrí esta banda en directo, en la edición de 2016 de la European Blues Challenge de Torrita de Siena, Italia. La challenge no se prodiga en sorpresas musicales y es más bien una balsa de aceite donde el blues flota casi inerte, con calidad, en ocasiones mucha, pero sin emociones fuertes, sin terremotos que hagan temblar los cimientos, que derriben las torres anquilosadas y erradiquen la monotonía y en ocasiones el tedio.
Sin embargo Wellbad se erijiron con el tercer puesto de aquella challenge, aunque no con pocas críticas entre seguidores del certamen, todas ellas banales y sobadas hasta la saciedad: no son blues. No pinta nada aquí. Pero esto qué es?. Dónde vamos a ir a parar?…
A mi me emocionaron y sinceramente eran mis favoritos, aunque es sabido que normalmente nado contracorriente.
WellBad es una banda alemana liderada por el cantante, compositor y showman, Daniel Welbat, quien posee una extraordinaria voz rota que explota hasta límites inhumanos en directo, pero que sin embargo sabe domesticar en estudio. Su propuesta no es blues en el sentido estricto de la palabra, si nos basamos en fabricar temas con los consabidos doce compases y pentatónica para arriba, pentatónica para abajo… algo que está muy bien y nos proporciona grandes satisfacciones más allá de las que nos dejó en el pasado; pero Wellbad camina por otros derroteros.
Practican un blues más cercano a los sonidos de Tom Waits, con quien tienen mucho en común en concepto escénico y musicalidad. Es un blues cabaretero, donde el gospel juega a veces papeles muy importantes y donde el rock, que es tratado con la misma irresponsabilidad que el blues, termina de tamizar el sonido creado. Si tuviera que definirlo con ciertas comparaciones odiosas, diría que es un cruce bastardo entre Tom Waits, Joe Cocker en su mejores momentos, una pizca del punk de Ian Dury y el maldito Robert Johnson con su cansino pacto con el Diablo.
Cánticos sacados de tabernas cerveceras, muy alemán todo, mezclado con instrumentos atípicos en los sonidos afroamericanos que terminan sonando como danzas de juerga y desenfreno con un tinte de terror de fondo. Más que nada porque la voz de Daniel provoca miedo en el buen sentido de la expresión, que sumado a sus ojos desorbitados encima del escenario, te llevan a una sensación de pánico controlado, propia de una gran montaña rusa o un clásico de Alfred Hitchcock.
Un disco que os recomiendo escuchar sin límites de comprensión, abiertos y posiblemente os provoque sensaciones discordantes, pero interesantes.
A mi me sigue pareciendo una de los mejores descubrimientos que he podido hacer en los últimos años y este disco es una gozada.



Deja un comentario