WolfWolf & The Tuzemak Orchestra
Sala Freedonia, Barcelona
Sábado 7 de mayo de 2022

Recibo un mail de Eneida de Fever Productions, persona que para un servidor tiene una credibilidad y profesionalidad increíbles y me lo leo, como siempre, me descargo la escucha y aparece la música de esta mezcla llamada WolfWolf & the Tuzemak Orchestra, tan sólo una oída y me vuelco rápidamente en Spotify a ver si los encuentro y me deleito con toda su discografía, de tal manera que me paso toda la semana escuchando en bucle sus discos. Era evidente que debía de cubrir el concierto de Barcelona, por mucha oferta que hubiera en la ciudad y por muy interesantes que fueran otras citas musicales, no era cuestión de perderse lo que prometía no dejarme indiferente, aunque tenía la duda de si su directo confirmara las expectativas de sus discos, que estaban muy altas.

Vamos por partes como dijo Jack el Destripador. WolfWolf es un dúo de trash blues suizo o como a mi me gusta denominarlo, dirty blues, su sonido es energético y pantanoso, juegan con la distorsión y las melodías punks en las letras, consiguiendo una mezcla que puede recordarnos a muchas bandas del otro lado del Atlántico, pero que en mi ignorancia asimilo a Black Keys, Dan Auerbach o Black Pistol Fire, entre otros y en algunos temas a los fantásticos Don Leone italianos. La banda está formada por Mr. Wolf a la guitarra y Mr Wolf a la batería y voz, o lo que es lo mismo, Reto Eller y Marcel Frank, siendo posible que más de uno los conociera en el Azkena de 2018, pues estuvieron actuando. El dúo tiene tres discos largos, «Homo Homini Lupus» de 2014, «The Cryptid Zoo» de 2017 y para mí el mejor disco de todos y último «Metamorphosis» de 2019, editado en plena pandemia, que es el disco que venían a presentar.

Sin embargo, este año han editado un Ep llamado «Garage Punk Del Muerte Vampire Trash Jazz», donde se han unido a la caravana de monstruos de The Tuzemak Orchestra, a saber, Señor Aregger, de los Blind ButcherSeñor Barmettler, de los Al-Berto & the Fried BikinisSeñor Blätter y Señor Petermann, de los Fischermanns Orchestra, es decir un atajo de indocumentados residentes del mismo país, pero oriundos de otros puntos el planeta. De esta forma han añadido a su dirty blues la potencia de un bajo, otra guitarra eléctrica más afilada y marcada en ocasiones por el slide, un banjo y un par de vientos, trombón y trompeta, además de una selección de cachivaches imposibles de reconocer. Esta mezcla ha derivado en una transformación de su sonido y ampliación del abanico sus vibraciones, que ahora pasan por el garage punk, el trash, el jazz, el ska e incluso los toques latinos y de música gitana, con algún arreglo country de por medio, pero sin abandonar jamás la base de dirty blues, que es lo que les sigue haciendo muy personales.

No vamos a hablar del aforo porque simplemente me avergüenza que propuestas con esta calidad sufran del desprecio o desconocimiento del personal, con una sala que siendo la primera vez que acudía me dejó impresionado por el buen sonido que tiene, estupenda alternativa para conciertos de pequeña capacidad en una ciudad tan autista como siempre para las proposiciones minoritarias.
Lo cierto es que cuando comenzó el concierto con «The Gin Diary» que sonaba rotunda y contundente como un tiro de Moreland & Arbuckle, se me destaponaron los oídos y comencé a bailar como un poseso. «Bing Bang Bong Circus» y «I Was Wrong» sólo hicieron que confirmar que se trata de una de las propuestas musicales más surrealistas y deslumbrantes que he descubierto este año. «Count Vlad» deja entrar a los vientos y la cosa se convierte en una especie de aquelarre gitano que te inunda de historias de fantasmas, monstruos, vampiros, demonios, hombres lobos y toda la legión de personajes del averno. Llegados a este punto ya somos más, pero sigue siendo una minoría, lo que no impide que el único que bailaba apartado fuera un servidor porque tengo un brazo lesionado y aparecieron los primeros pogos, pero vamos, que me pegué una ración de hacer el «statusquo» tremenda.
Hay temas que sufren una metamorfosis espectacular cuando los interpreta el dúo o cuando lo hacen con banda, uno de ellos es «Monster», un surco que debería haberles hecho inmensamente populares y que rezuma sabor a Left Lane Cruiser en su versión del álbum «The Cryptid Zoo», pero que se transforma en un punk rock fiestero e incontrolable encima del escenario, provocando más pogos a base de las melodías de los vientos.
Lo mismo ocurre con «The Blind Butcher», donde el vocalista Mr. Wolf despliega sus dotes de hechicero satanista y nos conjura al infierno, mientras que su compañero a la guitarra, Mr. Wolf, despliega riffs distorsionados a diestro y siniestro.
Otra canción estrella es «Lucifer», que vuelve a contar con la expansión sonora de la banda y sobre todo los vientos, así como de un solo de guitarra más diabólico que en el disco, engrandeciendo el tema y su atmósfera luciferina. Desde ese punto se pasa a una explosión de punk rock con «Where Is The Werewolf», «Fat Fly» y sobre todo «Tuzemak», que con un comienzo latino de los vientos se adentra en un ska pervertido donde desaparece cualquier raíz blusera y da la sensación que estamos inmersos en una fiesta mayor de algún pueblo de la zona más profunda del país, sea cual sea este.
El concierto acaba con una bellísima canción italiana, «Questa Bella Regazza», donde no puedo evitar recordar a mis adorados Don Leone y su forma de mezclar en folk y el blues, las luces del local, mayoritariamente de un fuerte arrebol, nos hace disfrutar como si nos encontráramos en las misma sala de las Calderas de Pedro Botero, fantástico finiquito del set.
Poca gente, pero muy efusiva que al mismo tiempo que pide otra más, abraza a la banda que debe pasar entre el público para irse a camerinos. No se hacen de rogar y vuelven par poner el broche de oro con dos piezas más, «Meat» que vuelve a los cánones del principio, cargada de riff con sabor a blues bastardo y voces de ultratumba y «Linzer Walzer», más zíngara y gitana con unos coros contagiosos que terminamos vociferando los afortunados que decidimos acercarnos al Freedonia, un tema que era como si el Diablo borracho se retirara de la fiesta infernal para sufrir la resaca.

Así dieron por acabada su visita a Barcelona, felices, porque como me contaban mientras compraba sus discos, «hemos tenido poca gente pero ha sido tremendamente efusiva. Nos vamos muy contentos». Pues imaginaos cómo estoy yo, que todavía sigo cantando «monster… monster» por las esquinas.

Texto y fotos: JLbad


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