Little Caesar
Sala Wolf
, Barcelona
22.09.22

Fue Xavi Estríngana, capo de Etin Producciones! y promotor de la gira de Little Caesar, quien dejó en Facebook la máxima «El formato de conciertos en salas de proximidad está al borde de la extinción» y cada día que pasa pienso más en la veracidad de esa afirmación. Por cuestiones laborales estuve un largo tiempo sin asistir a conciertos, simplemente en los que trabajaba, afortunadamente he retomado la posibilidad de disfrutar de la música en directo y el panorama que me he encontrado es patético, salas de mediano y pequeño aforo, como muy bien dice Xavi, de proximidad, medio vacías para ver auténticas bandas que merecerían un sold out en todas sus fechas, mientras que grandes estadios donde nos timan desde que sale el cartel en redes, ponen a la venta las entradas para que buitres carroñeros que todos conocemos se agencien cantidades vergonzosas de tickets, que luego revenden sin ningún tipo de moralidad y creo que si algún juez hiciera su trabajo en lugar de creerse Dios, sería ilegal, pero nosotros picamos una y otra vez, como si de la pesca sin muerte se tratara, tenemos los carrillos llenos de agujeros de picar y picar, fichar y fichar, con la única posibilidad de llenarnos la cara de piercing y esconder de esta forma el tipo de besugo que somos.

El hecho de que este mismo año el grupo nos visitara como backup band del bajista de Cruzados, Tony Marsico, realizando unos conciertos extraordinarios, era motivo más que suficiente para reventar la sala Wolf este día, pero si además añadimos, si es que hiciera falta, que Little Caesar es una maravillosa banda de rock angelino, con seis discos en estudio que no contienen ningún residuo, que su líder Ron Young es un frontman genuino, lo lleva en el ADN y que tras su vuelta en 2001 no han parado de desparramar rock’n’roll por donde han pasado, redimiéndose del ostracismo al que les castigó el grunge y la por entonces todopoderosa MTV que los consideraba demasiado macarras para sacarlos en la caja tonta, no debía de entrar un alfiler en la sala sin saltar todo por los aires, pero no fue así y pudimos bailar y disfrutar con una media entrada incomprensible, que ni afectó al grupo y mucho menos a los parroquianos.

Un repertorio perfectamente seleccionado, escapando de la nostalgia y mostrándose tremendamente actuales, ocupó más de una hora y media de nuestro tiempo, gastado en una de las ceremonias más atractivas y emotivas que conozco, el rito del rock.
Abrir con «Piece Of The Action», retomando sus inicios, sólo fue para pillar impulso y salir disparados al presente, utilizando balas del calibre de «American Dream», «Holly Roller» o «Vegas» y «Straight Shooter» de sus dos últimos trabajos.

Naturalmente que no faltó su versión del tema «Chain Of Fools», escrito por Don Covay para Aretha Franklin y que ellos interpretaron en su primer trabajo, resultando el éxito comercial más sonado de su carrera. Sin embargo y a pesar de los cánticos que un clásico de esa envergadura pueda provocar entre el respetable y las dudas sobre la energía prorrateada en el set, este fue in crescendo hasta un final entusiasta y peleón con «Every Picture Tells a Story» donde siempre añaden el «Happy» de The Rolling Stones y «Wrong Side Of the Tracks» con su guiño al «Proud Mary» de la Credence, en el que las guitarras de Loren Molinare y Mark Tremalgia se turnaban afilando cuchillas y rasurando los cabellos del personal que demandó con exaltación un bis más que merecido.
Una noche mágica de rock’n’roll, con la parroquia entregada y la banda abducida por esa pasión, por el calor y por la compensación de la falta de público con el doble de impetuosidad.
¡Manda cojones!
Texto y Fotos: JLBad


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