
Barcelona Big Blues Band feat Jonathan Herrero + Martin Harley Band
Festival de Blues de Cerdanyola. Bosc Tancat
30.09.22
Primer día que pisaba el Festival de Blues de Cerdanyola en muchos, muchos años, no por falta de interés, más bien por estar faenando en otras cuestiones. Así que un año que me lo podía permitir no podía faltar a la cita, amenazada desde el principio por todos los flancos, pues en radio, televisión y en el móvil apuntaban que iba a caer la del pulpo y por si los presagios no fueran agoreros, el cielo se empeñó durante toda la noche de mantener la tensión a base de relámpagos insultantes y amenazantes.
Pero nada impidió que el Bosc Tancat, un espacio maravilloso para la música que está donde Cristo perdió el gorro y no fue a buscarlo, es más, seguro que entre sus árboles podríamos encontrar el carro de Manolo Escobar, se vistiera de luces, no como los toreros, de luces literal, bombillas que decoraban el espacio de forma fantástica y dejaban ver las piscinas que, por lo menos mientras yo estuve, no acogieron a ningún batracio entre sus aguas. La encargada de abrir la noche fue la poderosa Barcelona Big Blues Band comandada como mandan los cánones por el no menos grandioso Ivan Kovacevic, un gran músico y mejor persona, aunque ponga una cara a medio camino entre Ted Bundy y Charles Manson cuando toca. Por si la artillería no fuera suficiente para borrar del mapa el Bosc Tancat, al segundo tema apareció «La Bestia de Gasteiz», Jonathan Herrero, con su poderosa voz y desparpajo para regalarnos una hora de el mejor soul, swing y rock & roll posible. Nos obligó a bailar como si estuviéramos en la cola del Mercadona, que es muy parecido a hacer un «statusquo» pero sin pelo, sin guitarra y bastante más lento.
Un repertorio que nos hizo olvidar los relámpagos y el jodido frío de la noche, alcanzando momentos memorables cantando a capela, los juegos de pitos que cada día suenan mejor y es que aunque es redundante, la BBBB volvió a hacer lo de siempre, un extraordinario concierto, en esta ocasión con un invitado de lujo que dedicó parte del concierto a su madre, que seguro que alucinaba en primera fila. Es para sentirse orgullosa señora.

Cambiamos de escenario y justo detrás de donde actuó la 4B, tras otra barrera de bombillas, teníamos otro entarimado que acogió el concierto de Martin Harley Band. Y aquí vamos a hacer lo que nunca se debe ladrar en público si uno quiere ser in, pero como ni lo pretendemos y mucho menos lo conseguimos, pues no poseemos los requisitos imprescindibles de pedantería, egocentrismo y mucho menos echonería, seremos sinceros al afirmar que no teníamos ni puta idea de quién era hasta que no apareció en el cartel, pero en un mundo con internet, donde lo que no es mentira, no ha sucedido jamás, encontramos algunos discos del Martin y nos quedamos gratamente sorprendidos.

Ahora podemos vacilar y contar de es de Gales, que tiene una gran reputación como guitarrista de blues y folk en su tierra natal y al otro lado del charco, que su fuerte es tocar el lap slide guitar y su destreza le ha hecho obtener una buena tribu de seguidores surfistas, porque se conoce al instrumento como la guitarra hawaiana. Pero ya puestos a cacarear como plumillas, podemos decir que la lap slide guitar que todo era de la marca Weissenborn, fabricada en los años 20 por el luthier Hermann Weissenborn, se hicieron unas 5.000 copias y que en la actualidad no se saben las que existen en buen estado, siendo uno de los más conocidos músicos en utilizarla Ben Harper, que posiblemente por ese detalle durante el concierto se nos vino el músico californiano a la cabeza en varias ocasiones.

Los primeros temas fueron mágicos al interpretarlos con el lap slide, incluso un instrumental que parecía compuesto para aquel bosque encantado, como si de la espesura fueran a salir duendes, elfos y enanos a bailar, pero dejando el instrumento aparcado y empuñando una eléctrica, se transformó en un trío de power blues arrasador, con una base rítmica espectacular, Pete Swatton a la batería, correcto, sin demasiados desarrollos complicados, pero milimétrico en la métrica y compás, sin embargo hay que elogiar al gran bajista que es Adam Wolters, impresionante su forma de puntear durante todos los temas, que salvando las distancias me recordaba a la labor poco valorada de Leo Lyons de Ten Years After, si conseguías separar el audio y aislar el bajo – ejercicio que recomiendo en discos y conciertos -, encontrabas una maravillosa ejecución que para nada estorba o empequeñece al líder de la banda, al contrario, le ayuda a elevarse y crecer.
La voz de Martin Harley podría ser el gran problema, pero tiene muy buen feeling a la hora de cantar y sabe jugar con las dinámicas y los tonos para sentirse cómodo y nunca desplazado. Las piernas terminaron por pasar factura al bailoteo que nos generó su música, aunque vuelvo a preferir los momentos en los que Martin se sentaba y eso indicaba que apoyaba el lap slide en sus piernas y creaba mágica, como el tema con el que terminó el concierto, «Nobody’s Fault But Mine», muy cercano en sonoridad al que interpreta Ben Harper en el EP Born To Shine. Ahora se entiende porque la gran Beth Hart lo eligió para abrir alguno de sus conciertos.
Lo peor de la noche la salida, pues aquello era como el Corral de la Pacheca, infectado de coches maquineros haciendo su particular botellón y emponzoñando el aire con su música… bueno música, de eso habría mucho que discutir.
Texto y fotos: JLbad


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