«Todos Habían dejado de bailar»
Alberto Valle
Premi L´H Confidencial 2022
Roca Editorial

Tenía un hambre canina por hincarle el diente a esta novela, por el autor, Alberto Valle, que me cautivó a través de las novelas pulp negras, protagonizadas por Palop y firmadas bajo el alias de Pascual Ulpiano, porque hace muy poco una amiga me prestó «Soy la venganza de un hombre muerto» y me pareció una trama fascinante y, porque era la ganadora del premio L’H Confidencial de 2022, argumento más que suficiente para despertar el interés de cualquier aficionado a la novela negra.
Una vez puesto en materia, he de reconocer que enseguida me sedujo la lectura, pues me considero un amante incontrolable de historias que radiografíen la Barcelona canalla, que desgraciadamente asesinaron entre políticos y empresarios desde el 86 al 92, con el beneplácito de la ciudadanía biempensante, en aras de un progreso que a la postre ha degenerado en un capitalismo caníbal y la podrida gentrificación que nos presenta el cadáver de una urbe, antes viva y ahora inerte culturalmente, que se baja las bragas ante el turismo más garrafero, evidenciando la paradoja de convertirla en la furcia que renegó ser antaño.
Es por eso que las vicisitudes del «loco sin nombre» de Eduardo Mendoza, el Carvalho de Montalbán e incluso el de Carlos Zanón, el cavernario Méndez de Ledesma, el galbanero del croissant de Pablo Tusset o los Asesinatos en Clave de Jazz de Andreu Martín, forman parte de los pies de mi cama, porque en la cabecera nada más cabe una lámpara, las gafas y el libro que estoy leyendo.

Alberto Valle hace lo propio y nos entrega un retrato fascinante de una Barcelona franquista, sucia, en la que los automóviles convivían desordenadamente con los carros de caballos y los asnos, porque burros siguen sobreviviendo a la era post olímpica, una Barcelona sobre la que crecía la semilla del jazz y donde podías cruzar el Distrito V, saltando del prostíbulo en prostíbulo sin pisar el suelo, el mal llamado Barrio Chino, no por la población del mismo, sino porque el semanario intelectual El Escándalo, en un artículo fechado el 22 de octubre de 1925, lo comparó con el Chinatown de Manhattan al contener los bajos fondos de la ciudad, es el escenario principal de una ficción que tiene como partida un crimen real, cometido el sábado 17 de noviembre de 1962, sobre la persona de Francisco Rovirosa, representante de la burguesía catalana y dueño de una tienda de lámparas, a pesar de no tener muchas luces para dominar la entrepierna. Un atraco que podría ser perfecto y se transformó en un horrendo crimen que desató las iras de autoridades, fuerzas del orden y medios de comunicación, aprovechando el drama para castigar, más si cabe, la existencia arrastrada de los alrededores de la plaza Reial y su forma de vida nocturna.

Valle, utiliza la historia para retorcerla a su antojo, en una ficción que muestra la complejidad de los personajes, sus vidas miserables y las ansias y planes, normalmente erróneos, por cambiar sus destinos, presentando una ciudad que consigues olerla y verla en blanco y negro en tu cabeza, esa ciudad en la que solamente podías diferenciar a la chusma de la policía por ver quién llevaba uniforme, donde los ganadores perdían la partida antes de tirar los dados y donde la música era lo poco que se podía salvar de toda aquella podredumbre, aunque no creo que lo haya conseguido en el tiempo tampoco.

Las matines del Gran Prize, ahora convertido en un gran espacio dedicado al fitness, los primeros locales clandestinos de jazz, los cambios musicales de la plaza Reial, la invasión americana y el nacimiento del Jamboree, los meaos de la calle Escudellers, el trapicheo de pastillas, coca, grifa, las putas de altura y las que el tren les pasó por encima, las ambiciones y miserias, bañadas con whisky, cava o vino barato, dependiendo de cómo funcionó el palo, taxistas robados, los sótanos de Vía Layetana, mafia que controla los desmanes a base de navajazos, músicos que fueron leyenda y leyendas de músicos que no fueron nada, todo ello bajo una banda sonora de jazz, avaricia, desventura e infortunio.

El último baile siempre es el peor, porque dejar de bailar no te asegura que vuelvas a poder hacerlo de nuevo. Una novela apasionante, con «El crimen de los existencialistas» de fondo, nombre inaudito e incomprensible que los medios de comunicación pusieron al caso, aunque no creo que ninguno de los protagonistas descritos por Valle leyera mucho a Friedrich Nietzsche o Jean-Paul Sartre entre otros, pero si tenemos en cuenta que la virtud principal del pensamiento existencialista es la autenticidad, pardiez, autenticidad sí que poseen, a raudales.
Texto: JLBad


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