Schizophrenic Spacers + Hendrik Röver
Teatro Atrium,
Viladecans
Viernes 2 de diciembre de 2022

Como ya hemos comentado, en repetidas ocasiones, en el programa de radio, Schizophrenic Spacers han decidido dejarlo y estarán de gira de despedida hasta el 2024. Esa era una razón de peso para no perderse su concierto de Viladecans, ya que no pudimos asistir al aniversario de 66 RPM, donde también actuaron, pero otra de mucho peso, era la posibilidad de vivir y sobrevivir, a un concierto muy especial, en el cual abría la noche Hendrik Röver, para continuar con los Spacers y terminar la noche con todos juntos, pero no revueltos encima de entarimado. Como el Atrium, que me perdonen, está donde Cristo perdió el gorro y no fue a buscarlo y la hora de comienzo del show era más bien precoz, el vehículo privado era el transporte más oportuno, con el consabido régimen estricto de no alcohol, que no fue necesario forzarlo, pues al ser un teatro municipal, no tenía servicio de bar en sala, como desgraciadamente suele pasar en muchos equipamientos públicos. Cómo conseguir sobrevivir tres horas de bolo sin consumir alcohol – si no eres abstemio -, es tan duro como pensar en hacerlo porque no hay un grifo donde solventar tus necesidades, pero se hizo, más que nada porque consiguieron sus protagonistas que al final todos miráramos el reloj y preguntáramos, ¿ya están las tres horas?, no me lo creo.

Todavía estábamos buscando algo más complicado que el gorro del tipo del crucifijo, aparcamiento, cuando abrieron puertas y comenzaron los actos de festejo, por lo que perdimos un tema, que dicho así, parece que no tiene importancia, pero joder, lo que se dice joder, jodió un mogollón. Ver a Hendrik Röver en solitario es un lujo difícil de conseguir, y cuando se logra hay que asimilarlo y disfrutarlo como se merece, en silencio y con todos los sentidos a flor de piel.

Su templanza, maestría, esa voz familiar y la avalancha de ironía que despliega, lo hacen un showman muy especial, con esa apariencia de persona seria e incluso cabreada, soltando verdades como puños, mofa y escarnio a diestro y siniestro. En esta ocasión optó por ejecutar temas de Los DelTonos y los Míticos GTs, dejando de lado discos tan mágicos y maravillosos como «Esqueletos», piedra angular de mi discografía en castellano. Qué se le va a hacer, otra vez será.
Mención especial para la versión magistral de «Roxette» en homenaje a Wilco Johnson, donde ayudamos por lo bajini, para no molestar ni cortar la magia, cantando aquello de «Roxette I gotta go away / And leave you for a couple of days…», sin olvidarse del gran Lee Brilleaux. Además de esta, una versión de «Rollin´ and Tumblin´» que nos dejó más que satisfechos, dejando espacio para temas como la ya icónica «Vergüenza» dedicada a la escoria política, recuerdos de pandemia con «Fin de semana», el sarcasmo de «Hmm Hmm Hmm», tras un relato casi surrealista y familiar, «Luego (No es ninguna hora)», terminando el show con «Vamos a morir», donde la colaboración fue espontánea y puso el broche a un gran concierto.

Tan sólo por este recital, para mi gusto corto, pero entendible por las necesidades de timing, ya valía la pena asistir, dejando de lado las numerosas ofertas que en Barcelona te ponían los dientes largos, Röver es un gustazo para los oídos y el alma y la visión que ofrece en solitario nos regala una perspectiva más íntima y cercana, es un auténtico Bocatto di Cardinale, hay que saber saborearlo.

Salir al frío callejero para engullir una cerveza y volver a escape para enfrentarse a los Spacers, que desde el primer momento entraron a degüello con «One Man´s Bible Is Another Man´s Hell», bonita manera de anunciarnos aquello de «¡Os vais a cagar!». Se les notaba con muchísimas ganas, de hecho siempre les sobran, pero jugar en casa ejerce esa presión que o te bloquea o te desinhibe, y la noche del viernes tuvimos la suerte de encontrarnos con la segunda. «From Here» del álbum «It Better Be Good», personalmente creo que es la mejor obra de los Spacers, con permiso de «Now», me provocó una tremenda duda; ¿Qué cojones pasa con el sonido? Aquí no hay P.A., pero como arrastro problemas auditivos que me hicieron retirarme al final de la sala, porque conozco la fiereza de la banda, no pude evitar preguntar al técnico -deformación profesional- y desgraciadamente fue así, no existía físicamente la «pea», incomprensible. Solución, a primera fila, para escuchar el bolo por los monitores, lo que sinceramente le dio un ambiente de bar pequeño, sonido cercano y sincero y el público entregado a una ceremonia que en ocasiones se torna fría y distante a los inicios del repertorio.

La banda estuvo pletórica, con un Sergio desbocado que hizo kilómetros a punta pala, cantó, grito, berreó, ladró, cambio de ropa, corrió, bailó, tembló, saltó, saltó y saltó, quizás demasiado, porque llegó a hundir parte del entarimado que cedió ante su despliegue de furia y poderío, lo que le obligó durante la parte final del bolo a ser más comedido en el centro del escenario.
Alberto y Manolo, transmitían sensaciones positivas y energía a raudales, el primero realizando unos punteos de guitarra que demuestran lo buen guitarrista que es, lo sabemos desde los tiempos de Ron Vudú; mientras que Tete se lo pasaba de maravilla jugando en casa.

El repertorio inmejorable, con un repaso amplio de «Gloria», que levantó la sala para entregarse a la ceremonia del rock´n´roll, cargado de autenticidad, honradez y ganas de satisfacer nuestra necesidad vital. El final fue digno de castillo de fuegos artificiales con un esquizofrénico «Walking The Dog», la inconmensurable y «bowiediana» «Space Balloon» y el tiro en la nuca que supone «Victoria». Todo el público levantando los dedos en V.

Pero todavía faltaba la traca final, la guinda del pastel y los que esperábamos el bis de turno compartido, nos quedamos con la boca abierta de par en par, con siete temazos que nos dejaron extasiados, con un dolor de cuello tremendo de bailar y chorreando sudor, cosa que pagaríamos con creces, al salir al frío de Viladecans.
Toda la banda con Hendrik Röver, que supo mantenerse en un segundo plano hasta que Sergio le incitó a pecar, como una auténtica Marie Laveau, La Reina Bruja de New Orleans. Dicho esto, podría ser que cualquier parecido con la realidad fuera pura coincidencia, porque llegados a este punto, la razón no estaba por la labor y el desenfreno estaba haciendo de las suyas en mi cabeza, pero, podría ser así: un rockerizado «Smokestack Lightin´», con Sergio haciendo de lobo alfa; un fantástico «Massacre», donde las guitarras de Alberto y Hendrik le dieron ese sabor irlandés que tanto nos gusta de Thin Lizzy, un tema con alma de soul que no quiero jugármela todo el 17 rojo y pifiarla, para terminar con un arrebatador «Beer Drinkers & Hell Raisers» de los amados ZZ Top.

Bueno, pues ya está todo el pescado vendido, cada uno a su casa, pero, por si acaso, la peña que no tenía bastante y tampoco sed, pidió más, porque pedir es gratis y ya se sabe que quien no llora no mama, así que por querer mamar no vamos a dejar de llorar. Salieron de nuevo y no una canción, tres temas más de regalo, pasando de las tres horas de concierto.
Un regalo inesperado, pero no por ello menos deseado, un temazo de Los DelTonos, «Escucha», que sonó fuerte, hard rock y sincero a la vez que nostálgico, con un Sergio Martos que contó, si no recuerdo mal, en 1993 compró la entrada 001 y 002 para ver a los de Santander en Viladecans. «Sleep When I´m Dead» y cerrando con uno de los mejores temas del disco «It Better Be Good», el poderoso «After The Grapes». ¡¡¡Sobresaliente!!!
Poco más que decir, valió la pena la caravana, el frío, la sequía de cerveza, todo lo que hubiera sido necesario para asistir a una noche esquizofrénica y vital, necesaria de vez en cuando, auténtica y de gran calidad musical y personal…
Es una verdadera pena que una banda con dos décadas de trayectoria haya decidido plegar, tengo que despedirme una última vez de estos Spacers, me lo debo… y soy de los que intenta cuidarse mucho.
Texto y fotos: JLBad


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