
KING SAPO
ALBER SOLO
La Textil
17.12.22
Gran noche la vivida el pasado sábado en el sótano del Eixample barcelonés, con dos propuestas muy diferentes pero compatibles en sí mismas. El lazo de unión en el escenario, lo puso el batería Javier Planelles, que compartiendo las baquetas en las dos bandas se machacó una noche de casi tres horas de bombo y caja, admirable y agotador físicamente.

Tras el maravilloso doble que Alber Solo desplegó en el Benicàssim Blues Festival y sabiendo que venía defendiendo nuevo disco, era irremediable presentarnos a la premier en Barcelona de «Esperando a que baje el sol» (Rock Sound Producciones Acaraperro 2022). Con la sala manifestando una buena entrada, llegaron las sorpresas, primero por la ampliación del trío a quinteto, donde el teclado de Pablo Rodas, tiene un peso importante en el resultado final. En segundo lugar, el giro musical que ha experimentado Alber en este nuevo disco y que en el escenario quedó palpable desde el minuto cero.
La música negra sigue siendo su leitmotiv, pero adoptando el funk como piedra filosofal, dejando el blues para las disertaciones guitarreras y poco más, a lo que debemos añadir la incorporación del castellano a todo su repertorio, algo que ya hizo en «Grita mi nombre» (Autoproducido 2015), y olvidando por completo el maravilloso trabajo autoeditado este mismo año bajo el nombre de «Lookin´Good» que sigue siendo, de lejos mi preferido.
La nueva apuesta de Alber es arriesgada, aunque original, pero quizás se debe dejar reposar más para ver los resultados a largo plazo, mientras tanto, las partes más bluseras y rocanroleras son las que más emocionaron al personal, temas como «Quiero perderme en la ciudad» o la soberbia «Guitar Man».

Llegó el turno de King Sapo y su maravilloso álbum «Sexo en Marte» (King Sapo /Rosevil 2022), que algunos esperábamos como agua de mayo, mientras que otros se llevaron la gran sorpresa, no solo de la noche. Comienza a sonar la atmósfera cósmica que dibujan en el tema que da nombre al disco y a la postre último y personalmente creo que el mejor de su repertorio, con el permiso de «Libre» y uno no puede por menos que pensar cómo comienzan así, arriba del todo, reventando la sala, apabullando al personal, pero era lo que se proponían desde el principio, sin apenas dar tregua.
A «Sexo en Marte», un tema que tiene aroma clásico y que está castigado a perdurar en el tiempo y sobrepasar a la banda, le siguió el primer zambombazo sonoro, «Te sigo, te huelo» y a reglón seguido «Desorden», con la explosión de euforia del público que le arrebató la letra a la banda y se la hizo propia.

Jesús Trujillo a la voz estaba como poseído, embrujado, transmitiendo cada verso como picotazos de insectos infecciosos. Las guitarras de Andrés Duende sobrepasan con creces los desarrollos del disco y caminan con soltura por encima de la percutiva base rítmica y demoledora de Javier Planelles, doblando sesión a la batería y José Alberto Solís con el bajo y alborotador oficial del respetable, le daba igual que fuera arengando a gritar, a palmear o bajando del entarimado y convirtiéndose en un fan más en la olla.
El repertorio fue generoso en extensión, con versiones amplias y dilatadas que, desplegadas con un sonido casi perfecto, redondeaban una noche fantástica. Ocho temas del piropeado «Sexo en Marte», se acompañaron con media docena de surcos de «Niño Guru» y «Phoenix» de «Lengua Púrpura», para dilatar la noche en algo más de hora y tres cuartos y provocar eso tan habitual en las salas de concierto, la cara de mala leche de los responsables de abrir la discoteca de turno… qué se le va a hacer.

Era complicado terminar como marcan los cánones, en lo más alto de la espiral de sentimientos que deshojó el «Rey Sapo», pero lo lograron, vaya que sí lo lograron. Jesús se plantó solo delante de todos y anunció que la siguiente canción la estaba haciendo últimamente él a pelo, «Porque todas las cosas importantes se hacen a pelo». Armado con su acústica, se adelantó a los micros y comenzó a cantar «Libre», no podía faltar, abriendo un silencio aterrador en la sala, que terminó acompañándolo en la «gran estafa» y terminó vitoreando ese final a pelo, mientras el resto de la banda aparecía y comenzaba el ritual del ruido, el despliegue de decibelios, la comunión con su público y el final, tal y como se habían presentado, de espaldas y arropando al batería. Sencillamente increíbles. ¡Larga vida al Rey Sapo!
Texto y fotos: JLBad


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