
The Pine Hill Haints
Sala Paral·lel 62
22.09.23
No cabe duda que la oferta de música en directo de Barcelona, está aumentado de forma considerable, y para qué engañarnos, la crisis económica también, mientras que los especuladores sacan más beneficios cada día, la clase obrera que se autoconfunde en ocasiones como media, las pasa canutas. Digo esto, porque es la única razón que encuentro para que el día en cuestión no llegáramos a las cincuenta personas en la sala. No me vale la excusa de la programación de La Mercè, porque nos llenamos la boca, asegurando que es una mierda pinchada en un palo, pero luego no vamos a lo que supuestamente es nuestra música, rollo o como quieras denominarlo.
Pues quien faltó se lo pierde, ya saben aquello de que no está hecha la miel para a boca… fue un auténtico bocato di cardilane, mayúsculo, auténtico, magnífico y extraordinario, que ni siquiera lo pudo hundir el mal sonido de la sala, pues siendo tan poco público, nos apretujamos alrededor del escenario y escuchábamos mejor por monitores o directamente a pelo; lo dicho, una gozada.

Los Pine llegaron para regalarnos su Alabama Ghost Country, de forma sencilla, rudimentaria, como se supone que son los ritmos de los Apalaches, pero cargado de energía, fuerza e ímpetu. Un acordeón, un barreño pegado a una escoba con una cuerda, a modo de contrabajo, una caja de batería y Jamie Barrier, líder de todo el tinglado, omnipresente, cantando, tocando la guitarra, el violín y la armónica. Nos faltó la chica, Kat Barrier, que según contaron, llegó tarde al avión y se quedó en Estados Unidos. ¿La echamos de menos? Sí y no. Sí, porque me hubiera gustado disfrutar de su música con los sonidos de washboard, sierra y mandolina; no, porque su hermano y cabeza de la serpiente, se bastaba él solo para suplementar lo ausente.
La verdad es que cuesta describir lo vivido, porque todavía no asimilo que algo tan primitivo y básico, pueda embrujar como lo hizo y conseguir que saliera chorreando de sudor y con la nuca descuajaringada de su sitio. Su Alamaba Gosth Country, con aires tenebrosos, cuenta la leyenda que ensayaban en un cementerio, es hipnótico y te atrapa como una tela de araña. Comienzan el set con temas casi acústicos y lentos o medio tiempo, con pildorazos de energía condensada que presagian lo que barrunta el ambiente, pasan a una dosis de violín con sonidos más verbeneros de hoguera y whisky, para encarar la última parte del mismo a toda castaña, como si no hubiera un mañana por venir. Con un Barrier que salta, corre, grita, aúlla, se tira al suelo, se encara con el ampli y vuelve a saltar, todo ello sumado a la mierda de luces que les dejaron medio a oscuras todo el concierto, hacía casi imposible sacar una foto decente a un imberbe como servidor.

Nervio puro, en estado de gracia, que además le encanta lo que hace, dándole igual si la sala está llena o medio vacía, se exprime al máximo, dando el doscientos por cien, cosa que agradecimos silbando y gritando como locos. Una comunión perfecta, que obtuvo su premio, cuando a seis o siente canciones del final, se puso a funcionar la P.A izquierda, que había imitado a Harpo Marx desde el incicio.
Un concierto maravilloso, con un repertorio completamente improvisado, que dirimían entre los aplausos del público. Si estabas esa noche de viernes, sabes a lo que me refiero, fue un espléndido bocato de cardinale, si no fuiste, apúntate el nombre, The Pine Hill Haints, y la próxima vez no te hagas el canelo. Una vez más y pierdo la cuenta, agradecer a los lunáticos de Acaraperro-Rodsounds, por jugarse el tipo trayendo propuestas peligrosas que nos alegran el cuerpo y el alma.
Texto y Fotos: JLBad

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