GUADALUPE PLATA
Sala Upload
. Barcelona
07/12/2023

Lo primero que sorprendía era la cantidad de gente que acudió a ver a la banda de Úbeda, habida cuenta de lo personal de su propuesta y el hecho de ya haber actuado en la misma sala en mayo de este año que ya acaba. El otrora trío, reconvertido en dúo desde hace unos pocos años, se ha ido creando con el pasar del tiempo, su buen hacer y sus originales directos, un nicho de fans de esos que no fallan y quieren repetir la experiencia cuantas veces sea posible. En mi caso era la primera vez con ellos, me encanta su música, pero por circunstancias de la vida todavía no les había catado en directo. Expectante, por tanto, y con las orejas y los ojos bien abiertos para comprobar como se las gasta en directo esta atípica formación. 

   Poca iluminación, con predominio de la luz roja, para desespero de l@s fotógraf@s acreditados, y una puesta en escena sobria pero efectiva. Pedro de Dios a la izquierda, sentado en una silla al modo de los guitarristas flamencos y Carlos a la derecha, sentado tras su kit de batería, enfrentados. Y detrás de ellos un señor muy serio, que aparecía de tanto en tanto, y que lo mismo le daba a la maraca y la pandereta, que al cencerro, que a la botella de anís del mono rascada con tenedor. Son numerosas las formaciones que, de un tiempo a esta parte, han optado por el formato guitarra/batería, bandas que han recurrido en su mayoría al blues más básico en su propuesta, pero GUADALUPE PLATA tiene algo que los hace especiales. Las referencias al vudú también son recurrentes desde los tiempos de Screamin’ Jay Hawkins, al igual que el uso de percusiones tribales, todo ello en pos de crear una atmósfera ceremonial, ritual, en el que la audiencia entra en un trance hipnótico. A fe mía que los jiennenses lo consiguen. Además, añaden al cocktail su toque surrealista sureño, aromas del polvoriento desierto andaluz y un onírico costumbrismo («una vieja mató a un gato con la punta del zapato») que remite a Buñuel, a Lorca, a José Luís Cuerda o a la gran Gloria Fuertes. Los narcóticos ritmos de batería de Carlos te atrapan por su precisión y hondura, mientras que Pedro de Dios le saca partido a su guitarra preñada de efectos en una ceremonia solemne, atávica y eterna. Unos bandarras del público rompieron por momentos el hechizo, lanzando bramidos, creyéndose erróneamente que aportaban algo: callaos malditos, que esto no es un concierto de Diego el Cigala. Menos mal que fue algo puntual y el ritual siguió su curso. Mucho blues, el corpus de la música de GP es el blues, pero también se pudieron escuchar retazos del Perú («El cóndor pasa»), ritmos de frontera y homenajes velados a Ennio Morricone. Poco o nada comunicativos, lo que se agradece, pues aún le da más solemnidad al asunto, gustaron muchísimo, sonaron de lujo y dejaron al respetable con ganas de más. Aun regalándonos dos bises, la gente seguía aplaudiendo, todavía hambrienta de más joyas como «Hoy como perro», «Al infierno que vayas», «Huele a rata», «Baby me vuelves loco» y tantas otras que interpretaron en un concierto que no hizo, sino reafirmar que estamos ante una de las formaciones más interesantes del underground en este país. Y ojalá sigan en el underground, egoístamente hablando, pues no se hizo la miel para la boca del asno y estas delicatessen se disfrutan más en las distancias cortas. 
Texto: Nico García
Fotos: Pili Pimpinela


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