SCHIZOPHRENIC SPACERS
BOURBON
Sala Upload
. Barcelona
10/02/2024

Para su último concierto los SPACERS estuvieron acompañados de unos invitados de lujo, desde Sanlúcar de Barrameda BOURBON, banda con la que han compartido escenario más de una vez. Los gaditanos preparan nuevo disco del que pudimos escuchar un adelanto con ese tema de nombre «Ariel» que presentaron en directo.

Salieron a escena muy pronto, poco pasadas las siete y media de la tarde, aún a tan temprana hora ya había bastante gente delante del escenario. El grupo ofreció un mini concierto de cincuenta minutos en los que recurrieron principalmente a Devastación (2015) y Fuente vieja (2018). Muy sólidos, volvieron a refrendar la calidad de su propuesta para l@s que ya les habíamos disfrutado en directo y a buen seguro que engancharon quienes se estrenaban con ellos. Pertenecientes a esa estirpe de bandas que añaden a su paleta de influencias ciertos toques de rock andaluz sin caer en el folclorismo, caso de ATAVISMO o KING SAPO gustaron mucho y dejaron con ganas de más. Sus influencias son principalmente el prog y el rock duro de los setenta, en ocasiones con un toque de heavy metal, caso de «Escrito en la pared», aunque también se les nota la vena punk, como se pudo comprobar en el último tema que interpretaron «Devastación».

La voz de Raúl tiene la hondura necesaria para acompañar a los desarrollos instrumentales del combo y sus crípticos textos proporcionan el marco idóneo para redondear el concepto. Como dijo Sergio Martos más tarde, durante el bolo de SCHIZOPHRENIC SPACERS, «hermanos de sangre y carretera». Pues que la carretera os sea leve BOURBON, y no tardéis en volver, que no estamos sobrados de bandas tan interesantes e inclasificables como la vuestra. 

Llegó el turno de los Spacers, y con ellos, la montaña rusa de sensaciones: cariño, orgullo, energía, frustración, impotencia y rabia. La primera en toda la cara, «Audiencia»Todo en la vida tiene un final-, por si alguien no se hubiera enterado que hasta aquí llegó la historia. Es evidente que una banda de rock’n’roll necesita una audiencia a la que cantar, pero cuando está brilla por su ausencia, y van pasando los años y los kilómetros, se van dejando caer de la furgoneta los anhelos, ilusiones y esperanzas, socavando un hueco que rellena inexorablemente la dura y cruel realidad.

Era una noche especial, como aquellas que vas a despedir a la estación a alguien cercano, que marcha lejos. Muestras tu mejor cara, pues no es cuestión de hacer leña del árbol caído, guardando la pena en el interior, sin que se note. Allí estaban los amigos, que afortunadamente se han ido sembrando a lo largo de los años. Vinieron gentes de Ibiza, Zaragoza o Santander, entre otros puntos; prensa, fotógrafos y sobre todo aficionados. En primera fila las mismas caras de siempre, los incondicionales de los conciertos en Barcelona, esos que quizás no conoces sus nombres, pero están ahí, impertérritos, a los que saludas con prudencia porque no sabes si en alguna ocasión has compartido tertulia, cervezas o chistes, pero son familiares, notas un vínculo de fraternidad, el rock.
Estábamos todos los que debíamos estar, llenando la Upload, con una energía pocas veces vista en una despedida. La banda lo sabía, debía irse por la puerta grande, dejando un buen sabor de boca y llevándose consigo el mejor último recuerdo desde el entarimado, aunque no sea sencillo de digerir, como mostraba la cara de Manuel -bajista-, a la hora de despedirse del respetable y de una parte importante de su historia personal, mientras el resto de la banda lo llevaba mejor, o es que será cierto que la profesión se lleva por dentro.

Sergio, como frontman, se volvió a echar el concierto a la espalda y se presentó, tanto o más histriónico que en otras ocasiones, saltando, arrodillándose, espatarrándose, haciendo cantar o berrear al público, en su salsa, como si debiera acabar con el frasco de las esencias; hipnotizando al respetable. Aquí me vais a permitir que haga un pequeño inciso, pues como ya he dicho más de una ocasión en radio, siento una gran admiración por él, porque es un torbellino de generosidad escénica, reconozco que puede haber gente, que la hay, que no soporte su puesta en escena, pero yo me quedo impregnado de la pasión que desprende y, da igual el escenario, Bikini, Rocksound, Salamandra, Atrium, La Deskomunal o Upload, que siempre salgo empapado en sudor y sensación de bienestar, porque el rock and roll cura la tontería, y con gente como él, mucho más.
Otro personaje por quien siento verdadero cariño es Alberto, uno de los guitarristas más elegantes de nuestro rock y con el que vengo disfrutando varias décadas, desde los tiempos de, los también añorados Ron Vudú y, por qué no decirlo, perteneció durante una noche a la Bad Music Band. Ofreció un recital de su buen gusto, siendo el oíslo y consorte necesario de primera fila, amenazante en ocasiones, siempre con el pie pisando el monitor y los ojos cerrados, como levitando. ¡Extraordinario!
Todo ello empujado desde la base por Manuel al bajo, perfecto contrapunto en escena, fluido, potente y seguro con las cuatro cuerdas, como he apuntado antes, el más emotivo del cuarteto, más la máquina de pedales que es Jesús, escondido tras los tambores, incansable, sudando de lo lindo y siempre con una sonrisa en los labios.
Poco importa el repertorio, fue el que podéis escuchar al final, pero podría haber sido otro. Las primeras filas se lo sabían de cabo a rabo, como si fuera un examen de selectividad, que no pararon de cantar ni una sola de las canciones, arengados debidamente por el excéntrico Sergio.

También tuvieron invitados de categoría, no sé si menos de los deseados o esperados en una ocasión como esta, pero de calidad contrastada, Hendrik Röver y Daniel Hunter, dos hachas de rango y condición, que no se quisieron perder la fiesta.
Como no podría ser de otra manera, siendo los Spacers, una banda que siempre ha gustado de reivindicar sus bandas favoritas, bien sea en conciertos temáticos o sin aspavientos, en cualquiera de sus actuaciones, aparecieron sus queridos ZZ Top, The Who, Rufus Thomas con su paseo perruno y cómo no, referencia al desaparecido Wayne Kramer, con el «Kick Out The Jams» de MC5.

Llegados al final de casi dos horas y media de concierto, viene el bajón. Se van, lo dejan, se acabó. Nuestras vidas seguirán igual, y quizás algunos se acuerden de ellos durante una temporada o dos, cuando se encuentren con alguno de los músicos en un concierto y se les escape aquello de «¡Joder! Os echo de menos», pero la realidad es la que es. No es un país para el rock, no existe un espacio donde las bandas puedan, no ya triunfar o vivir de la música, simplemente sobrevivir. Sí que es cierto que hay una élite que se puede permitir lo que deseen, minoritaria pero real, pero no hay punto intermedio, o estás arriba o estás en la inopia. Bandas tan auténticas y poderosas como los propios Bourbon, que acompañaron esta noche a los Spacers, se hacen dos mil doscientos kilómetros -ida y vuelta- para venir a tocar a la antigua sala Rocksound, y se encuentran, tal como me dijo esta noche Manel Celeiro, a cuatro gatos mal contados, debe de generar una serie de reacciones químicas, dañinas para la mente y el estómago… Y esto es un panorama generalizado.

De todas formas, me cuesta creer que sea una despedida, un hasta nunca. El rock, la música, es como la droga, si te quieres desenganchar, debes escapar de todo lo que te relacione con ella, pero de la droga se puede salir, de la música no, es imposible. La decadencia de nuestra escena es evidente, pero la calidad de la música que se genera, es directamente proporcional al paupérrimo panorama que presentan los circuitos y la falta de educación musical del público. Siempre se dice que no tenemos nada que envidiar a las bandas de fuera, pero no es cierto, porque salvo en la calidad musical, seguimos siendo un país mediocre.
Me imagino a los Spacers subiendo a un escenario en ocasiones especiales, sin más pretensión que disfrutar y paliar el mono, dentro de un tiempo o dos, porque veinticinco años no se olvidan tan rápidamente, es más de lo que duran muchos matrimonios.
Quizás, y seguro que les iba mejor, podrían montar una banda tributo a Schizophrenic Spacers
Texto Bourbon: Nico García
Texto Spacers: JL Bad
Fotos: Pili Pimpinela


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