
COREY HARRIS
«Chicken Man»
Bloos Records. 26.03.2024
Tuve el gran privilegio de conocer a Corey Harris hace unos años durante una edición del festival Primavera In Black, hasta entonces sabía de él por los discos. Todo un clásico del blues, pocas veces reivindicado y no precisamente de los más populares, sin embargo, un icono de la música afroamericana. Lo que me sorprendió, fue su sencillez, afabilidad, modestia y naturalidad, no por inusual, pues cuanto más grande ha sido el blues man que me he cruzado en su camino, más marcadas tenía esas cualidades —máxima expresión de las mismas, Penitop Perkins—; sin embargo, en el caso de Harris me inundó su tranquilidad casi mística.
Ahora lo ha vuelto a conseguir, esa calma que te reconforta, te rodea y alisa el alma, presente en todo el álbum, y eso que el bueno de Harris reparte hostias como panes en el trabajo. «Jim Crow Joe» aplasta al necio y anciano de Joe Biden, un racista, segregacionista y supremacista, que llegó a la Casa Blanca como mal menor. «Jahtigui» es un homenaje a Alí Farka Touré, el músico de blues más grande que ha dado en continente africano —Malí— y que falleció por un cáncer de huesos, sin dinero para pagar un tratamiento, ni siquiera paliativo. En «Red Man», Corey nos canta sobre la Reserva India Standing Rock, donde el gobierno blanco de los Estados Unidos ha infringido, como no sabe hacer de otra manera, infinidad de tratados con los nativos americanos, comenzando por 1874, cuando al descubrirse oro en las tierras de la Gran Nación Sioux y negarse, Toro Sentado a vender las tierras, mandó al asesino del General Custer a masacrar a mujeres y niños en pro de la civilización. Pocas veces la justicia ha sido tan digna como lo fue con aquel sanguinario general.
Así, con serenidad, sosiego y sabiduría, reparte leña sobre las conciencias de los oyentes. En ocasiones arropado por una estupenda banda, formada por Chris Whitley, Teresa Tj Jones, Gordon Saxman Jones, Paul Dudley y Djeli Cheick Diabate, otras con su guitarra y en solitario, porque para cantar verdades como guantazos, no es necesario nada más. Quizás, esa sabiduría de Harris fue aprendida del gran sacerdote vudú de New Orleans, que nos presenta en el tema que da nombre a todo el trabajo, quizás el brujo de «Chiken Man», aprendió de Harris y sus raíces ancestrales, porque de eso va el disco. No es un álbum de blues al unísono, es un abanico de colores maravilloso, en el cual el cantautor nos ofrece una serie de enseñanzas sobre sus raíces musicales, que deberíamos saber retener y degustar con la misma bonanza mental que él despliega en el disco. Si lo conseguimos, estaremos ante uno de esos discos que no podremos dejar de escuchar.
Texto: JLBad


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