
Esta mañana de miércoles, nos hemos despertado con la triste noticia del fallecimiento de John Mayall, la leyenda del blues británico y el mejor maestro de músicos de blues que ha existido.
Una noticia en su Instagram comunicaba esta madrugada:
«Con gran pesar damos la noticia de que John Mayall falleció pacíficamente en su casa de California ayer, 22 de julio de 2024, rodeado de su querida familia. Los problemas de salud que obligaron a John a poner fin a su épica carrera de gira finalmente han llevado a la paz a uno de los mejores guerreros de la carretera de este mundo. John Mayall nos dio noventa años de esfuerzos incansables para educar, inspirar y entretener. En una entrevista de 2014 con The Guardian, John reflexionó: el blues se trata —y siempre se ha tratado— de esa honestidad cruda con la que expresa nuestras experiencias en la vida, algo que se une en esta música, también en las palabras. Algo que está conectado con nosotros, es común a nuestras experiencias. Esa honestidad cruda, esa conexión, esa comunidad y esa forma de tocar que tiene seguirán afectando a la música y la cultura que experimentamos hoy y a las generaciones venideras. John, nombrado Oficial del Imperio Británico, artista nominado dos veces al Grammy y recientemente incluido en el Salón de la Fama del Rock & Roll, deja a sus 6 hijos, Gaz, Jason, Red, Ben, Zak y Samson, 7 nietos y 4 bisnietos. También está rodeado de amor por sus esposas anteriores, Pamela y Maggie, su devota secretaria, Jane, y sus amigos cercanos. Nosotros, la familia Mayall, no podemos agradecer lo suficiente a sus fans y a su larga lista de miembros de la banda por el apoyo y el amor que tuvimos la suerte de experimentar de segunda mano durante las últimas seis décadas. John cerró esa misma entrevista con The Guardian reflexionando más sobre el blues: Para ser honesto, no creo que nadie sepa exactamente qué es. Simplemente, no puedo dejar de tocarlo. Sigue tocando blues en alguna parte, John. Te amamos»

Pionero y figura clave de la explosión inglesa del rhythm and blues. Mayall desempeñó un papel importante en el resurgimiento del blues a finales de los años 1960. Varias versiones de los Bluesbreakers incluyeron a Eric Clapton y Jack Bruce, más tarde de Cream; Mike Fleetwood, John McVie y Peter Green de Fleetwood Mac; Mick Taylor, que tocó durante cinco años con los Rolling Stones; Harvey Mandel y Larry Taylor de Canned Heat; Jon Mark y John Almond, que luego formaron la Mark-Almond Band, y guitarristas como el gran Coco Montoya, Jesse Ed Davis, Rick Vito, Gary Rowles, James Quill Smith, Don McMinn, Bobby Manuel, Kal David Raskin, Walter Trout, Buddy Whittington y Rocky Athas. En total, han pasado por The Bluesbreakers noventa y seis músicos, más los que colaboraron en los discos firmados con su nombre. Como curiosidad, apuntaremos que Patti Smith colaboró con Mayall, en el periodo entre mediados de 1976 y primavera del 1977, grabando el disco en directo Lost Of People, antes de tener el accidente que la mantuvo retirada casi dos años.

Conocí a John Mayall el 10 de julio de 1991, en La Farga de L’Hospitalet, cuando todavía era una farga semi desmontada, y caía hollín de las columnas del techo, lejos de ser el horrible centro comercial que es ahora. Me contrató de chófer, o como dicen ahora, runner, Joan Ventosa, que por aquel tiempo tan remoto, no lo conocía de nada, pero que por vueltas que da este mundo, hemos terminado siendo uña y carne en cien mil aventuras. Aprovecho para reivindicar su figura como gestor cultural de una ciudad, L’Hospitalet, que maltrata e ignora a su gente sistemáticamente, sobre todo si no son lameculos. Joan Ventosa creó festivales como La Nit del Blues, Blues a l’Estiu dónde se celebró el concierto de Mayall, Ciclo de Blues & Boogie, así como continúas programaciones de música en vivo, como los Pocket Concerts.
Comencé a escuchar música, me aficioné al blues, acepté más contento que unas castañuelas, el trabajo, 1991 era mi último año como miembro de la peste amarilla, taxi, y el encargo era especial.
Si bien comencé en el blues con John Lee Hooker, me resultaba muy crudo el blues afroamericano y lo desestimé.
Como muchos melómanos de mi generación, Eric Clapton me impactó como un infarto que colapsa el corazón, la primera vez que entré en Les Enfants y escuché «Cocaine», del disco Just One Night de 1980. El DJ de aquella maravillosa tarde, no tengo muy claro si era Jesús Moreno (Discos Revolver) o Joan Pijuan —recupérate campeón—, pero fuera quien fuera de los dos, provocó un vuelco en mi cabeza, quizás bastante agobiada de tanto heavy metal y con necesidad de nuevos sonidos, que entraron en el cerebro con la misma fuerza que un tiro de farlopa.
Tiempos en los que no existía internet y todo era a base de amigos, revistas británicas y la radio, bendita radio. Ahí descubrí que Clapton había tocado en un disco que consideraban la biblia del blues blanco, John Mayall & The Blues Brakers With Eric Clapton, en cuya portada estaba Clapton con unas patillas horrorosas y tres tipos más, al cual más feo. Me propuse encontrar ese disco, pero no hubo manera, un buen consejero —no recuerdo el nombre—, de Discomanía de Miraflores, me aconsejó que me llevara Empty Rooms, así lo hice y fue mi primer disco del maestro Mayall.
La primera decepción fue llegar a casa y comprobar que no estaba Clapton, la segunda que no había guitarras eléctricas, vaya mierda de disco había comprado.
Como por entonces tenía pocos discos, AC/DC, Pink Floyd, Camel, Judas Priest, Motörhead, Queen y poco más, tenía que poner irremediablemente de vez en cuando el puto Empty Rooms. Poco a poco, «Don’t Waste My Time», me fue taladrando el lóbulo temporal, quizás porque me recordaba a las películas de vaqueros que veía en sesión doble en el cine, luego me enteré de que era más country que blues, pero me encanto, ya era tarde. Temas como «Plan Your Revolution», «People Cling Together» o «Many Miles Apart», entraron en mis venas como veneno y me infectaron. Por el flautista del disco, Johnny Almond, llegue a Ian Anderson y me compré el álbum This Was de Jethro Tull, una auténtica maravilla.
Mi segundo disco de John Mayall fue el Looking Back de 1989, y aquí sí que estaba Eric Clapton, en un tema, «The Call Stormy Monday», que hoy me trae recuerdos de tristeza y melancolía, porque siempre que lo escucho, me acuerdo de Amadeu Casas. Ese disco era y es magnífico, y no solo estaba el que por entonces denominaban Dios, también descubrí al gran Peter Green, que colocaba magia en «So Many Roads», una guitarra que sonaba rara en «Picture On The Wall» y que más tarde supe que era una resonadora, pero sobre todo, me regaló el clásico de Otis Rush, «Double Trouble», que desde ese momento pasó a ser uno de los temas de cabecera de mi vida. Cómo canta Mayall esa canción, rezando, con una guitarra llorona por debajo, desgarrando en la plegaria cuando es necesario y esas cuerdas que no sobresalen jamás, simplemente realizan un acto de penitencia sublime. Precisamente en ese tema, les acompañan Mike Fleetwood y John McVie, conocía a Fleetwood Mac, pero era otro rollo, que en aquel 89, no iba conmigo, por lo que me compré el vinilo de Mr. Wonderful… ¡Pero, qué cojones es esto! Me abrió la cabeza igual que el cuchillo, abre la sandía, nada volvió a ser igual.
Mi tercer disco de John Mayall fue un recopilatorio, Archives To Eighties, comprado el Pelayo 14 —Dicos Balada—, que además de tener los precios asequibles, colocaba pegatinas en el plástico que eran fantásticas. En este vinilo rezaba «Con los grandes guitarristas Eric Capton y Mick Taylor». Actualmente, no hay pegatina, pero plataformas como Spotify siguen destacando los dos nombres, cuando en realidad Clapton aparece en las últimas cinco canciones y Taylor solo en «Blue Fox». La recopilación tiene temas muy interesantes de Mayall, como «Accidental Suicide», «Boogie Albert», «Prisons On The Road», y los grabados junto a Clapton.
El cuarto disco de John Mayall que adquirí, en esta ocasión en CD, fue el gigantesco John Mayall & The Blues Breakers With Eric Clapton. Fue unas semanas antes del concierto de La Farga, y era imperdonable estar detrás del escenario y no saberme de memoria ese disco, por lo que recuerdo tenerlo en bucle en el casete del taxi, en una cinta, en la que grabé ese disco y en la segunda cara, un álbum que me grabó un colega, llamado White Boy Blues, y que perezoso que era el tipo, solo escribió el título y que los guitarristas eran John Mayall, Jimmy Page, Eric Clapton y Jeff Beck, pero que desgraciadamente ni supe en qué tema tocaba cada uno, ni el nombre de los temas.
Un disco imprescindible, que más tarde adquirí en vinilo, del que extraje música que nos acompañó en el programa de radio durante un par o tres de temporadas y al que siempre recurro en momentos determinados. Ahí está el genio de otro culpable de que haya sucumbido al blues, Mike Vernon, productor del álbum y de una buena colección de trabajos del género.

Aprendido de memoria el álbum, me fui más contento que un tonto con dos palotes a La Farga, para asistir al concierto de uno de los pocos ídolos que he tenido, pues no soy de rendirle pleitesía ni a mi padre. Lo primero que recuerdo de aquella noche, es que al verlo en backstage, con aquel corte de pelo y los pantalones de pinzas, se me cayó el mundo al suelo, parecía un postmoderno, igual que algunos que había llevado en el taxi, al Zafiro, Studio 54 u otros antros de modernidad barcelonesa. Para rematar la decepción inicial, al tipo le pasan una guitarra más rara que el sobaco de una Barbie, parecía la escoba de una bruja, «mecagoenmiputamadre», qué ha pasado, estamos tontos o qué. Dónde estaban las melenas, la Fender o Gibson, los tejamos roídos y los chalecos, si el Coco y él, parecían Rico y Sonny de Miami Vice. Eran los alocados y horteras noventa.
Todo se desipó cuando comenzaron a tocar y aunque el repertorio era totalmente diferente a lo esperado, ver al maestro en su segunda visita a nuestro país, la primera fue en el 79 en en el Palau D’Esports, fue un auténtico regalo del infierno. Difrutar, contemplando a Coco Montoya y su manera de tocar, fue un descubriento extraordinario, y desde ese día no le he perdido la pista.
Ya sé que estaba trabajando, quizás no fui muy profesional en un principio, pero que les den, era cuestión de deleitarse, con la música de la persona que me había enseñado el blues, el culpable de que hoy no tenga espacio para guardar los bluses que inundan mis estanterías. Y así lo hice, me empapé del concierto y sudé lo indecible, me cayó hollín del techo, pero daba igual, estaba en el paraíso, menudo concierto ofrecieron. También fue el día que entre en contacto con otra banda, Harmonica Zummel Blues Band, que hicieron las veces de teloneros. Años más tarde, me puede comprar su disco Sttrato Blues, descatalogado actualmente y una pieza clave para entender nuestro blues.
Volví a encontrarme con John Mayall, pero esta vez de público, en mayo del 94 en el Poble Espanyol, mismo sitio donde lo disfruté en julio de 2007. En el Hondarribia Blues Festival de 2009, otro concierto que disfruté entre bastidores; en febrero de 2017 en la Sala Apolo, en una actuación, que bien sea por mi bioritmo o porque no era el día, no disfruté como las anteriores, y que pude resarcirme en octubre de 2019, donde me despedí de él, porque, aunque fue un gran concierto, me di cuenta que la edad no perdona y no quería que me pasara como con otros músicos, que me producían un sentimiento agridulce entre nostalgia y cierta pena, como con Johnny Winter o Solomon Burke. Creo que la despedida fue en un buen momento y pude disfrutar por última vez, en directo, de su interpretación de «Call It Stormy Monday».
Actualmente solo tengo unos pocos vinilos, problemas de espacio, no conservo ninguno de John Mayall, los regalé a medida que los iba consiguiendo en CD, pero esta mañana al levantarme y enterarme de la noticia, he buscado todo lo que tengo del maestro, pues pienso disfrutar de los veintidos discos, en homenaje suyo.
Uno de los discos que más cariño tengo es este que podéis escuchar arriba, Along For The Ride, un disco editado para celebrar sus cuarenta años de carrera músical, y en el que sólo un maestro puede reunir tal elenco de músicos: Peter Green, Mick Taylor, Mike Fleetwood, John McVie, Gary Moore, Jeff Healey, Billy F. Gibbons, Otis Rush, Steve Crooper, Steve Miller, Johnny Land o Chris Rea entre otros.
Hoy nos hemos enterado que John Mayall ha abandonado este circo, muchos lo definen y definirán como leyenda del blues, pero su legado va mucho más allá, estoy convencido que la mejor definición de Mayall es MAESTRO DE LEYENDAS, un rey Heródes del Blues, un gestor de talentos, un moldeador de músicos. Aunque ya he podido leer a algún plumilla ignorante y necio, que asegura que fue un músico que se hizo famoso por tocar con musicos grandiosos, la realidad es que muchos músicos grandiosos, lo fueron por tocar al lado del maestro.
Ya soy algo viejo, sabemos que estamos en ese momento de la vida que es mucho más sencillo asistir a un funeral que a un bautizo, pero aún así, hoy he entristecido, pero al mismo tiempo, con un sentimiento de gratitud infinito.
Hace treinta y tres años, era un joven idealista, que iba a dejar el taxi, para entrar en la administración. Un imberbe, que tras disfrutar de su primer concierto de John Mayall, en La Farga de L’Hospitalet, chorreando de sudor como un hooligan de tres al cuarto, Joan Ventosa y Vicente Zumel me gritaron «Niño, espabila y pilla el coche, que tenemos que irnos», inocente de mí, pregunté a quién tenía que llevar, pero no contestaron.
Al momento, pareció Zumel acompañado de John Mayall, entraron en el Talbot Horizon y Vicente dijo, «venga, arranca, que nos vamos a cenar y pasar la noche». Me puse tan nervioso que no atiné a cambiar la cinta de casete, menos mal que estaba en la cara B, con White Boy Blues… Lo que pasó aquella larga noche, y maravillosa noche en Barcelona, no se me borrará de mi cabeza.
¡GRACIAS POR TANTO, MAESTRO!
¡QUE LA TIERRA TE SEA LEVE!
Texto:JL Bad


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