FESTISURF COSTA BRAVA 2024
Centre Cultural Font del Ferro

Castell-Platja D’Aro, Girona
21-22 de septiembre 2024

Primera ocasión que asistíamos al Festisurf, el festival del osito, pero el cartel y la posibilidad de despedir el verano por todo lo alto, nos invitó a inaugurarnos, a surcar las olas de la música.
Desgraciadamente, el verano parece que se acabó hace tiempo, y sin decir esta boca es mía, hizo mutis por el foro. A la lluvia y ausencia de sol, se le unió el paupérrimo estado físico y mental, que arrastraba quien suscribe, por lo que al entrar en la sala, presagiaba la más triste y vulgar de las miserias.

Casi puntuales, salieron a escena los valencianos Llobarros, que siento decirlo, no mejoraron mucho la situación. Trío enraizado en todos los tics del surf music, pero con un componente, digamos garagero y progresivo, con el que no acabé de entablar amistad, pero repito, quizás es que no estaba para muchos amigos, salvo la chica de la barra, que buscó y encontró agua con gas.
Cuando el grupo llevaba casi cuarenta minutos en el escenario, el batería aclaró que era la primera canción, que iban a por la segunda. Obvio que se trataba de una broma, pues iban empalmando canción tras canción, y además, tenían una nutrida parroquia en primera fila que se le estaba levantado la cosa, pero decidí, lanzarme al la lluvia, como excusa de mi flacidez de ánimo. Lo siento en el alma. He de reconocer que su puesta en escena es muy exótica, selvática y progresiva.


Volví a entrar en la acogedora sala de actos del Centre Cultural Font del Ferro, al escuchar las primeras notas de, los también valencianos, The Pickin’ Boppers. Los Països Valencians tienen una enorme tradición de músicos, de orquestas de todo tipo, que enriquece su cultura a niveles altísimos. Los Boppers me tyransmitieron esa cultura musical, ese amor por la música, con un swing elegante, desembocando en rock & roll y sin perder, en ningún momento, una fuerte personalidad. Sorpresa muy agradable, pues no los conocía, pero me gustaría cruzarme de nuevo en su trayectoria. Con ellos abandoné, definitivamente, el triste futuro que me esperaba y inicie la remontada, hacia la cumbre de las agujetas de cuello.

Llegaba el turno de los británicos The Caezars, que llegaban para defender su fabuloso álbum homónimo, que no por llamarse así, resulta ser el primero. Si no me fallan las cuentas, han pasado once años del magnífico Welcome to the Mainstream, hasta que en febrero el sello Folc Records, puso en circulación un single, «Heartache Overload» y comprobamos que se liaban la manta a la cabeza, y realizaron la exhumación del cadáver. Los cuatro profanadores de cadáveres, demostraron en el Festisurf, que no llegan ni a zombis, porque se pasean con total desparpajo, más vivos y coleando que nunca.
Menudo concierto se marcaron esta noche del sábado, con un sonido de rock & roll vintage, embadurnado de garaje sesentero, y actitud punk y espasmódica, que remataron con un repertorio numeroso, de dardos envenenados de corta duración, pero de efectos secundarios muy perdurables. Danny Dawkins —guitarra—, no es precisamente la alegría de la huerta y con cara de pocos amigos, se mueve como un jovencísimo Wilko Johnson, espasmos parecidos a los que sufre Nicholaus Arson, de The Hives en escena, pero es capaz de levantar la banda en cualquier momento, abusando del trémolo al máximo y castigándose los dátiles de mala manera; todo un coloso.


Otro que da miedito es AJ Denning —vocalista—, sobre todo cuando sonríe a medio camino de Norman Bates o Hannibal Lecter, que carece que te vaya a saltar a la yugular de un momento a otro. Otro que metió los dedos en un enchufe de pequeño, y padece de descargas similares a las del añorado Phil May de The Pretty Things, o Jon Spencer, de los Blues Explosion, cada vez que abandona la guitarra.
Musicalmente, son una mezcla de todos los reflejados, más nombres como Johnny Burnette, Jim Jones Revue y unos primerizos Stray Cats. Todo pasión y entrega, un torbellino de energía sin modelar, que provocaron un incremento considerable de temperatura en el local, con la consiguiente ingesta vitaminada.
Temas como «Back To The Jungle», «Lou Lou», «You Can Love Me», «Madman», o con la que cerraron el concierto, «Heartache Overload», configuran un repertorio ganador, que igual podría estar en este festival que en el escenario grande del Azkena Rock. Fueron los auténticos triunfadores del festival y nos adelantaron que para 2025, tienen previsto volver a Catalunya… Habrá que estar atentos, pues no es cuestión de perdérselos.

Llegó el turno de la estrella de la noche, Barrence Whitfield, acompañado de MFC Chicken, una fantástica side band, que lo arropó maravillosamente en todo momento.
Con Whitfield, tengo una relación extraña, pues me encantan sus discos, los hemos pinchado prácticamente todos en Bad Music y entran sin dudarlo en cada sesión que Dj Bastardo sale a provocar el movimiento de la gente, pero no me convence en directo. Lo vi en 2010 con una banda muy floja, de apoyo, y pensé que ese era el problema, pero qué va, volvió a repetir todos los ticks que me sacan de quicio en su show.

Vestido con un disfraz de Pedro Picapiedra, salió al escenario con el cartel de Ungawa!, produciendo un contraste visual muy curioso con la elegante banda que llevaba tras él.
La primera parte del concierto se decantó por el rhythm & blues, lo cual era perfecto, pues compañeros de la Societat de Blues de Barcelona que nos juntamos en el Festisurf, lo gozamos de lo lindo, pero ¿qué le pasa a este hombre? Sus conciertos son un constante subir y bajar, lo cual no deja una continuidad lineal en el show, utilizando el lenguaje cinematográfico, está repleto de falso raccord, error de continuidad. Se empeña en lanzar enormes peroratas, insufribles, ininteligibles, y por encima de todo insulsas, que destrempan a cualquier semental. Vuelve a subir la líbido al máximo y entras en faena, para acto seguido, volver a cortar el acto, con una progresión de gritos, gorgoritos y onomatopeyas sin ningún sentido lógico, ni el común, ni el del humor. Le daba igual que estuviéramos elevándonos en el placer de escuchar «Big Mamou», él agarraba el micro y comenzaba a hacer el indio, lo que se notaba en las caras de la banda, a medio camino de una sonrisa de compostura y un «le voy a dar un viaje con el saxo, que se va a enterar». Que si te remontas al disco en directo de 1989, Live Emulsified, también practica el reprobable arte de destrozar temas a base de provocaciones guturales, pero con algo de moderación.

Pocas canciones como «Bloody Mary» o «Stop twistin’ my arms», pueden sufrir una bajona en su ejecución, cuando la banda es magnífica, pero sucedió, que si fuera mal pensado, que no lo soy, apuntaría a una ausencia de repertorio, para llenar la hora de rigor, y un «sujétame el cubata, que yo lo arreglo».
¿Fue mala la actuación? Pues no, válgame Satanás, no he querido dar a entender eso, pero tras casi cuatro horas de pie, bailando y dándole de comer al hígado, no se puede nadar bien por un Guadiana, porque cuando desaparece bajo tierra, te entra un cansancio tremendo y no es cuestión de hacer un triatlón, que es un concierto.
Como en el 2010, sí, pero así no.

Llegó el domingo a la hora del vermut, y entrábamos en la sala de nuevo, con cara de satisfacción, cansancio o resaca, dependiendo del espécimen de persona. Personalmente, me colocaba en el primer saco, primero porque el agua con gas no produce efectos secundarios, más de un infla desinfla vulgar; segundo porque conocí a MFC Chicken en el Sintonitza de 2023 —para mí el mejor en años—, y caí rendido a su música y su directo, confirmado la noche anterior, porque fueron realmente los que salvaron la actuación de Barrence Whitfield. Así que me agencie mi hidratación y a bailar, es decir, mover la cabeza sin levantar los pies del suelo.
Ojalá todos los domingos pudiéramos disfrutar de conciertos así, menos personal que por la noche, pero con un gran ambiente y algo que me encanta, mucha gente menuda, que a juzgar por sus caras y movimientos, se lo pasaron teta. Una banda entregada desde el principio, realizando su show, sin ser sicarios de nadie, ejerciendo de anfitriones de lujo.
Comenzaron con «Study hall», un surf acorde con el festival, que ya provocó las primeras arremetidas del personal, arengados por el saxo, los mensajes nada subliminales y la coreografía del grupo. Cuando sonaron los tambores de «Royal We», su segundo tema, toda la sala entraba de cabeza en sus bolsillos, servidor primero.

Las criaturas bailan como cosacos, mientras los padres pensaban que ingirieron demasiada azúcar, los cubatas de anoche se cambiaron por colas con hielo, aunque siempre hay valientes que aseguran -comprobado-, que la mejor manera de combatir la resaca es un par de birras, para seguir de empalmada.
Todo perfecto, el ambiente, la música, el sonido, algo más flojo que la noche anterior y sin iluminación, totalmente innecesaria. Fueron dejando resbalar temas, en un matiné impagable, y no lo digo porque fuera de entrada gratuita, resultaba inmejorable.
Los británicos, encabezados por el crupier Spencer Evoy -voz y Saxo y canadiense de nacimiento-, distribuyeron las cartas magistralmente marcadas, para que la banca ganara siempre, es decir, ellos y como consecuencia, nosotros. El rock & roll, se mezclaba con el garage y el rhythm and blues, de forma elegante, y sobre todo mucho pollo, pollo frito por los cuatro costados, «Voodoo Chicken», «Fresh Chicken, Straight From The Trash», «Goin’ Chicken Crazy» o «Chicken Shack».
No dejan nada a la improvisación todos sus movimientos están estudiados, las coreografias que hace la primera línea de ataque, con el bajista Zig Criscuolo y el guitarra Alberto Zioli, están pensadas para hacerte sudar lo no escrito. Si por cualquier motivo no entras en el show, se bajan del escenario para interpretaar entre el público un tema instrumental, lo que hace las delicias de mayores y enanos.

Terminó el bolo, pero se les solitió el bis de rigor, con dos temas más de repertorio. En el segundo invitaron a un Barrence Whitfield, que se pasó medio concierto viéndoles desde el lateral. Se lo dejaron en los más alto, una cortesía de dandies musicales en toda regla, «¡Venga! los tienes arriba, te colocamos la alfombra roja y lúcete, maestro».
Cualquier parecido con la realidad fuer pura coincidencia… ¡Qué coño! Ni eso, se sube y zasca, dos minutos y pico de moserga de la dura, llegó la bajona, y esta no se ha inventado el Sildenafilo que logre levantarla, así que marchando que es gerundio y hay carretera.
Enhorabuena al Festisurf Costa Brava, a la organización -impecable- y al público, porque fue un fin de semana fantástico, a pesar de que el mar lo vimos desde el balcón del hotel.
Texto y fotos: JLBad


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