
The Kleejoss Band
Xº Aniversario
Rock & Club, Zaragoza
28.09.24
Final de jornada festiva en Zaragoza, para celebrar la primera década de esta banda de rock maña, que, se han trabajado un aniversario de lujo, con King Sapo —que no pudimos ver— y Uncle Sal.
Antes de nada, varias consideraciones. La primera de ellas, es que me he propuesto dejar reposar unos días, mi percepción de lo vivido aquella noche, del que parece un lejano sábado y fue hace unos días. La euforia es mala consejera y, el sábado noche, terminé rebosando por los poros de mi piel, agua con gas y euforia, dos sustancias que te inflan y que producen bienestar, o eso dicen. En segundo lugar, reconocer mi extraordinario asombro, al comprobar que The Kleejoss Band, han obtenido una cosecha de amistad, que es abundante y generosa, debido, sin duda, a la siembra de estos diez años y los cuidados prestados al jardín, a base de kilómetros de carretera, en mejor abono para que la vendimia sea jugosa. Allí entable conversación con gentilicios de Valladolid, Burgos, Bilbao, Madrid, Ibiza, Valencia, Barcelona, Tarragona, Girona y evidentemente de todo Aragón. Mala hierba que se extiende por todo el territorio, maleza que sabe sobrevivir en un desierto agónico llamado país, estado o reino, donde la inteligencia emocional, la capacidad intelectual, y la facultad de generar emociones en el prójimo, se la ha dejado a las máquinas, algoritmos y eunucos cerebrales, que se llaman programadores y no ven, más allá de su ombligo, el recto del político que les paga y las listas de uniformidad colectiva.

La mala hierba nunca muere, las malas compañías son aquellas que mejor saben responder, a las duras y las maduras, indeseables deseados, e impresentables presentes, en todo momento. Una jauría que se embutó en las tripas de la sala, para conseguir un ambiente infernal, en un purgatorio, de acólitos pervertidos por la música, que se iba a repartir en un aquelarre sanador y enriquecedor, de mente y alma.
Curioso, al menos, la sala debió de ser desalojada, sin antidisturbios de por medio, para que todos los que, de una forma u otra, habíamos conseguido una de las preciadas entradas, agotadas hacía días, pudiéramos entrar, mientras el canal autonómico de televisión grababa la cola de peregrinos y relataba historias de la Fiesta del Tubo, que al parecer se celebraba en la capital maña, el mismo fin de semana.
Una vez dentro, comprobar la espectacular decoración de la Rock & Blues, con un repaso in fraganti, pues nos íbamos depositando en el nicho que nos tocaba, de forma ordenada por riguroso empujón. La cosa no daba para muchas alegrías, ni descarrilamientos, todo muy apretado y machimbrado.

La iluminación, de forma disimulada, nos anuncia que la celebración comienza, acompañada del tema de AC/DC «It’s A Long Way To The Top», que no hace otra cosa que presionar el botón de power on del público, que comienza a danzar. Una voz en off anuncia lo que se nos viene encima, y la banda sube al entarimado, para comenzar con un «Drowning», que se insinúa con un riff muy similar al de los australianos. A partir de ese momento, nos esperan veintisiete temas, repartidos entre más de ciento cincuenta minutos de saltos, empujones, cánticos, sudores, sonrisas y piropos.
La estructura del mismo milimetrada al máximo, con una primera parte dedicada a los tres primeros discos, Villa Modesta (2015), River Sound Unleashed (2016) e Inception (2017); una segunda parapetada detrás del trío de Lp’s más cercano, El Secreto (2019), Maleza (2021) y Porvenir (2023); para regresar al pasado y dar la estocada definitiva a la noche.

Unos cimientos de concierto, dibujados con perfecto tiralíneas, no ya para la celebración y cierre de una década de auténtico lujo, también para la plasmación de la misma en un álbum, el cual, dependiendo del presupuesto y sin contar con muchos descartes, puesto que cagadas, si hubo, nada más figuran en el multiverso de los músicos -más complejo que el condensador de fluzo-, podría llegar a ser doble.
Nada más llegar a Barcelona, me preparé la lista que os he dejado aquí arriba, y tras escucharla durante la semana, y siempre reconociendo que me faltaron temas, supongo que como a todos vosotros, he de reconocer que el repertorio escogido, es extraordinario, reflejando perfectamente la valía y personalidad de esta banda.
Pero, ¿qué es el repertorio sin una demostración de poderío encima del escenario, que lo defienda y muestre con maestría? Nada, palabras vacías o gritos que se ahogan a medio camino. Pues eso no pasó, porque el talante y disposición de la banda por crear una gran simbiosis con el respetable, fue directamente proporcional al porte gallardo y alocado del público por recibir el mensaje.
Vamos por partes, como dijo Jack El Destripador. Al fondo, cubriendo todo con su energía, sonrisa eterna y poderío de brazos y piernas, Joss Mayoral, que terminó la noche con varios kilos de menos, y sin poder pegar los antebrazos al tronco, pero más feliz que una perdiz. En el frente, como punta de lanza afilada, Luis Kleiser, con su conducta elegante, que en ocasiones se puede volver ruda, cuando el mensaje lo requiere. El perfecto anfitrión, que se transforma en el hilo conductor entre banda y público; cantando, berreando, dando gracias, sorprendido y agradecido, presentando al resto de compañeros de aventura y olvidándose de él mismo, el verdadero dueño de la noche. A nuestra derecha, Nacho Prol, un auténtico animal desbocado con las cuerdas gordas del bajo, agitador perverso que parece recién exiliado de un grupo de stoner. Es el perpetrador de que todo suene como una apisonadora, porque, quién es el guapo que no le sigue su corriente demoledora. Salta, arenga, percuta y nos hace sufrir, porque parece que se vaya a caer de la tarima, que se le queda pequeña. Es el starter del motor Kleejos, quien impide que la cosa baje de revoluciones o se llegue a calar. Finalmente, y dejado el último con toda la mala intención posible, está Andrés MacMalo, que pese a su apelativo, tiene cara de eterno niño que no ha roto un biberón en su vida.

El concierto fue impecable, es más, diría que el mejor de todos los que he tenido el gusto de disfrutar de The Kleejoss Band, pero lo de Andrés, es para darle de comer aparte. Su maestría con la guitarra sobrevoló la noche con identidad propia, elevando todos y cada uno de los temas al glorioso podium de clásicos, suavizando la coyuntura cuando era necesario, alcanzando al desbocado Nacho, cuando este lo pedía, creando magia con el slide, pisando blues en ocasiones y rozando el hard en la mayoría de minutos. Repito, toda la banda estuvo sobrevolando la estratosfera, pero Andrés estaba en el espacio profundo, donde no hay gravedad que lo retenga al suelo. Un monstruo.

Uno a uno, fueron ejecutando el repertorio, parando solo, cuando la sorpresa les sobrepasaba, y Luis se detenía para dar las gracias. Conté hasta cuatro ocasiones, que el público —entre los que me incluyo— berreaba, como si no existiera un mañana, el consabido ¡Oeee, oeee, oeeoeee!, que se utiliza para demandar un bis, pero que el pasado sábado era una muestra sincera, de agradecimiento a una banda, que se había volcado en cuerpo y alma para que todos nos sintiéramos cumpleañeros. ¡Joder, vaya que si lo sentimos!
Dos versiones, «Heroes» de Bowie y «Baba O’Riley» de The Who —final de bolo, con amigos en el escenario—, pusieron la nota anecdótica de una noche, en la cual no eran imprescindibles, pues el set list elaborado, era perfecto y así lo vivimos, disfrutamos, grabamos en el corazón, de una forma sincera y tremendamente honesta. Una magia que nos inundó el alma y que volveremos a experimentar y gozar, cuando se publique el álbum. Ese día lo pondremos en nuestro reproductor, se nos erizará el bello, la piel se granulará como a los pollos, y nos descubriremos muy afortunados, al saber que dentro de ese álbum, muy dentro, en el epicentro, estamos cada uno de nosotros, que ahí dejamos parte del alma y el corazón, en una noche maravillosa en Zaragoza.
¡Gracias, familia! ¡Qué grandes!
Texto y fotos: JL Bad


Deja un comentario