
The White Buffalo + LA Edwards
Paral·lel 62, Barcelona
16.10.24
Espléndida noche de miércoles, día que no había comenzado muy bien, por la noticia de la suspensión del concierto de Viaje a 800 y Bourbon, el viernes en Barcelona.
Con todo el papel vendido, una serpiente de público, siseaba en frente de la calle Les Tapies, vía de bullicio y sexo de la Barcelona de antaño, y hoy reconvertida en una vía muerta, mucho más peligrosa que en sus años de perdición episcopal de la fornicación de alquiler. El reptil avanzaba desde mitad del carrer Sant Pau, hacia la sala que ha cambiado más veces de nombre de todo el añorado Barrio Chino. En lugar de cerrar el paso a reputados establecimientos de mejunjes para ladillas y gonorrea, lavado de preservativos reutilizables, o pensiones de diez duros la hora, impedía la entrada a peluquerías de diseño, bares que cobran por mirar el escaparate, hoteles de alto standing extranjero, y cervecerías tan artesanas y modernas, que parece que tengas que gestar tú mismo el lúpulo.

A medio camino de la entrada, por la puerta de acceso de artistas a la sala, aporreaba la misma, un tipo con cara de dormido, que poseía como un tesoro un Coffee to go de un conocido local argentino de la zona. Más tarde en la sala, cuando salió a escena LA Edwards, no pude evitar exclamar «¡Coño! Es el del café». LA Edwards, la banda californiana de los hermanos Edwards, el cafetero Luke, Jay —guitarra— y Jerry —batería—, acompañados por Landon Pigg —teclista— y Jesse Dorman —bajista—, y que desplegaron cuarenta minutos de un rock americano excesivamente melancólico. Si bien el show prometía, al comenzar con la pegadiza «Don’t Know Better», poco a poco se difuminó entre atmósferas circulares, que tiñeron su actuación de un manto monótono, con el que no pude conectar. Lo curioso del caso es que sus discos, aportan mucha más energía.

En los vastos pastos de los Estados Unidos, como bien nos ha enseñado el Western, aquí cine del oeste, no existen los búfalos, aunque de todos es sabido que los yanquis hacen lo que les sale de la bolsita escrotal, bien sea ir a cagar a otro país, negar el trastorno del clima, montar barahúndas por petróleo, o demás intereses monetarios, por lo que no es de extrañar que cambien el diccionario y a los bisontes le llamen búfalos.
Pues eso, que el bisonte albino, se presentó en su segunda cita con esta democracia bananera, con todo a su favor. Público fervorosamente entregado, desde que terminó el grupo invitado, incluso con la patética lista musical que vomitaban los altavoces —Juanes, Mana…—, y que enloqueció cuando se insinuó la sombra de Jake Smith, bajo la gran tela iluminada de su nombre artístico.

A media luz, como los buenos escarceos amorosos, comenzó a romper los aplausos, la poderosa voz del bisonte, perdón, el búfalo. «Wish It Was True» fue la encargada de desbloquear las gargantas del respetable, que como movidos por un resorte demoníaco, se dedicó a cantar todo, lo que se dice absolutamente todo, que menos mal que el vikingo americano tiene un chorro extraído de las Calderas de Pedro Botero, porque de no ser así, me hubiera gastado más de treinta pavos para escuchar un gorgoteo aberrante de graznidos de patio de luces.
Para este tour, se ha escogido el formato trío, más que suficiente para un poderoso directo, tanto en sonido envolvente y poderoso, como en la calidad de los temas interpretados. De esta forma, dejaron en casa al bajista Tommy Andrews, y Smith se presentó arropado por el estupendo batería Matt Lynott, colocado en primera fila de escenario, lo que aportó un componente visual muy atractivo y contundente, más el guitarrista Christopher Hoffe, más conocido como Atom Orr —os recomiendo el álbum Shadowland de 2018-. Hoffe no es un virtuoso de la guitarra, pero tiene un gusto exquisito al colocar pequeños y modestos punteos, que enriquecen el sonido de los temas, al mismo tiempo que sabe adaptarse a la energía que, como por espasmos eléctricos, en los que se desboca Smith. Me pareció un pilar importantísimo del show, y requirió mi visión en buena parte del mismo.

Cerca de noventa minutos de concierto, con una colección de temas que, por lo general, vinieron a reflejar el álbum en directo A Freight Train Through The Night, editado el pasado viernes 4 de octubre, del que sonaron dieciséis temas.
Si bien, ya he comentado anteriormente, el público estaba hipnotizado desde el primer instante, pero el show no dejó espacio a la caída, puesto que los temas más acústicos y aplanados, recargaban la emotividad de la noche, para llegar a los momentos más álgidos, con una apisonadora sónica que atronaba, y sobre la cual todavía sobresalía los gritos huracanados de Smith. La voz de este tipo es una maravilla, y la aguanta en todo el show, a base de bebida humeante, que los optimistas etílicos, apostaban por whisky caliente –agggggg-, pero que los expertos en la profesión saben que no hay nada como el tomillo con jengibre.

Las canciones se iban prorrateando de forma inteligente, no dejando demasiados espacios íntimos, sobre los que la noche se pudiera adormilar. Se escucharon cánticos eufóricos del gallinero con «Love Song #1», «Into The Sun», «Scarymore», «Come Join The Murder» o el silbido de «The Whistler».
La banda se divertía de lo lindo, son cosas que se notan, con un Smith chorreando sudor por los brazos y la larga melena pegada a la jeta, aporreando la guitarra enrabiado con canciones como «Problem Solution», «Bb Guns And Dirt Bikes» y sus coros populares, la furiosa «The Pilot» donde se subía a la tarima de la batería y recorría el escenario de punta a punta, o la visceral «How The West Was Won», durante la cual rompió la quinta cuerda de su instrumento.
Como decía al principio, espléndida noche de miércoles, de la cual extraigo como mejores temas, «Joa And Jolene» —sobró tanto cántico de patio de colegio, pero ya se sabe que en Bad Music somos muy cascarrabias—, «I Got You» —mi tema favorito de The White Buffalo y la versión de «Highwayman» de Jimmy L. Webb y que está a la altura de la interpretación grabada por el cuarteto de oro, léase Johnny Cash, Willie Nelson, Kris Kristofferson y Waylon Jennings —The Highwaymen—.
Noventa minutos disfrutando con el rugido del bisonte.
Texto y fotos: BM


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