THE DEAREST
THE DEATHLINES
Sala Laut
. Barcelona
29.03.25

Ciertamente, pintaba muy mal, no era precisamente un estado de euforia lo que dominaba el ambiente los días anteriores al concierto. Ante la proximidad de la Semana Santa, que se nos echa encima, y aquí nadie es beato hasta que le tocan las vacaciones y se vuelve seguidor del Cristo es Dios, Dios es Cristo o lo dejaron como un cristo, que es lo mismo, pero no es igual; la agenda de conciertos se condensó en este fin de semana, los monólogos de Ryan Adams, las tres décadas desaparecidos los The Del Fuegos, Carrots en La Capsa, The Limiñanas rozando el sold out, y la presentación del estupendo Cami a l’Infern de Ratpenat. Eran propuestas interesantes donde dejarse la pasta a final de mes.
Sin embargo, pese a las predicciones, que nunca han sido buenas desde los remotos tiempos de Nostradamus, la sala casi se llenó, preservando un estupendo ambiente con ganas de rockear toda la noche. La propuesta era altamente atractiva, con dos bandas barcelonesas en un buen momento, The Deathlines con su Ep Some Kinda Love, editado el pasado mes de diciembre, y The Dearest con su homónimo álbum debut, editado el pasado enero.

Los primeros en cargar el ambiente de energía fueron The Deathlines, y cuando digo eso no es recurrir a un tópico sobadísimo, qué va, es que el cuarteto salió a vomitarlo todo encima del escenario, y hasta la birra comenzó a derramarse por mi mano.
Era mi primera vez con ellos, pero a poco que pueda no será la última, su explosión de vitalidad y rabia, esa actitud punk que adoro, cuando todo es entrega generosa, dejándose la piel en cada tema, con un sonido fuerte, agresivo, pero limpio, es un incentivo para enamorarse de esta banda.
La base rítmica es extraordinariamente poderosa, a cargo de Quim al bajo y Alex a la batería, que parecía que iba a echar a andar en cualquier momento, pero el huracán escénico que supone Gus Spada, es para darle de comer aparte, es como el epicentro de un seísmo, una energía incontrolable, que maltrata la guitarra y amenaza con saltar al público, se retuerce, y ¡Joder! Te contagia y no puedes dejar de balancear la cabeza como un mico.
Mario al frente, guitarra y voz, es el frontman que maneja el monstruo, echando sutilezas guitarrísticas a toda castaña, con una voz que en ocasiones baja el tono rozando registros más asequibles, para acto seguido subir el velocímetro y desgarrar garage punk de ferocidad alarmante, con cierto toque de grosería que me parece fantástico.
Perdí la cuenta de los temas que sonaron, al igual que de los kilos que pude dejar en sudor, tan solo puedo decir que cuando terminó el bolo de The Deathlines, había dejado atrás toda mis mierdas y estaba roncó, apestaba a sudor y cerveza, sufría deshidratación, que se arregló con dos cervezas, una rápida por salud y la otra para degustar. En definitiva, era más feliz.

No tardaron The Dearest en salir al entarimado, sabemos que el timing de la sala es muy apretado y estricto. Con el público entregado a la liturgia del rock and roll, tras la barahúnda de The Deathlines, una de mis preocupaciones era comprobar como estaba Joe Traveller -guitarra-, pues éramos conocedores de que iba a tocar con un dedo del pie roto, pero el pundonor y las ganas de agradar en un día muy especial, pues aunque han tenido conciertos, era la primera puesta de largo, le inyectó la adrenalina necesaria para que no se notara en absoluto.
Fer -batería-, cumplía años, igual que Mario de The Deathlines, no conozco forma mejor de celebrarlo que con un concierto y más siendo tú, parte de la banda en cuestión.

Xavi -bajo- le tocó la zona izquierda del escenario, aquella que siempre está en tinieblas y van ya unos cuantos conciertos en Laut; sin embargo, sus cuatro cuerdas salían de las profundidades de sus tinieblas, atronando nuestros tímpanos, mientras que Omar -vocalista-, volvió a ser el gran Sidney Kid de las grandes noches de The Midnight Travellers. Se echó el bolo a la espalda y nos regaló sus mejores registros, con una postura agresiva y al mismo tiempo solemne en ocasiones, un frotman que ha ganado con la experiencia, atrás se quedaron las prisas, ansias y el cabello, cambiados por la sabiduría, el temple y la destreza de saber dominar el espectáculo en todo momento.
Comenzaron con la intro espacial de «62 Dollars In Bills and Onésimo Dollar in Quarters», que rápidamente fue mutilada por los primeros riffs y el griterío general. De esta forma comenzó un extraordinario concierto, sin apenas fisuras, salvo volver a comenzar un tema a poco de iniciarlo, porque alguien estaba en otro tono.

Sin apenas dar las buenas noches, como mandan las buenas costumbres, se coló entre el humo y las luces azules que dejaban a la banda en penumbra, «The Last To Knocks», Xavi y Joel se movían como deambulando por el tablado, mientras que Omar sobresalía de la azulada o rojiza oscuridad para cantar a pie del público.

Cuando llegó el machacón riff de «Deserted Island» el pie de Joel ya estaba curado o esperando su venganza para la mañana siguiente, pues el guitarrista comenzó a moverse con rapidez, marcar tempo con los pies, alargar los solos de instrumento, tal y como nos contó en la entrevista de Bad Music Radio. No llevábamos mucho de espectáculo, pero lo gozábamos en grande, pues la propuesta, que habíamos podido ver antes en directo, pero más recortada, había ganado en estabilidad, coherencia y dinamismo, sin alejarse en demasía de las ráfagas psicodélicas que tanto les representan.

«Spit, Play, Scream» fue la primera demostración fehaciente, de que las atmósferas las dominan a la perfección, alargándolas, moldeándolas y el aire se volvía lisérgico con la voz de Omar, de nuevo sobresaliente. Llegó la primera versión, y no podía fallar, Pearl Jam, banda que llevan tatuada en el ADN y el «Mankind» del álbum No Códex -1996-.
«I Don’t Need You Anymore» es una de las mejores canciones del álbum, pero esa noche de sábado sonaba impertérrita, imponente, cayendo como una losa aplastante encima de nuestras cabezas, con la guitarra poderosa que rompió de nuevo la penumbra sobre la que se escondieron gran parte del concierto. Pero es que a las cuerdas de Joel se le unieron las de Mario Deathlines, dotando al tema de una densidad y cuerpo maravilloso, en uno de los momentos más álgidos de la noche, sin lugar a dudas.

He de reconocer que con las primeras notas de «Universal» me sorprendí de la reacción del público, porque este vejestorio que escribe estas líneas, estaba completamente desubicado hasta que llegó el estribillo y pensé, esta canción la he escuchado en la radio, pero claro, a mí el brit pop me pilló con el regreso al blues y no a Blur, propietarios de la segunda versión de la noche. Como no hay dos sin tres, presentaron el siguiente tema como «Hard, Heart & Balls» del fabuloso y poco comprendido Ant Made de mis queridos y añorados The Midnight Travellers, que para más inri, se subiría Dr. Guitelzon, bajista de los Midnight a cantar coros. ¡Soberbia noche!

Se acercaba el final, pues nada más quedaban tres temas del disco y lo que se sacarán de la chistera, pero vuelvo a repetir que los horarios en Laut son muy férreos. Omar presentó el último tema del disco, «Black», dedicado a su padre, como en anteriores ocasiones, un tema muy Soundgarden, solemne y majestuoso, que el bajo de Xavi ayudó a engrandecer más todavía.
«Black» dejó ver de nuevo la psicodelia, y el gran solo de flauta que grabó Claudia de Cachemira, fue sustituido por una sobredosis de música aplastante y abrumadora… energía flotando en el ambiente, ahogada por el hielo seco que invadió el escenario y nos devolvió las sombras de los músicos.

Acto seguido y para cerrar la noche, el tema que reclama el fin del holocausto asesino que el gobierno de Israel está llevando a cabo con la población palestina, mientras que el mundo mira para otro lado y vende armas a los asesinos de mujeres y niños, los sionistas del IV Reich.
«Leave That People Alone» fue uno de esos momentos que recordaremos en años, un espacio de tiempo que, por solo vivirlo y sentirlo, valía la pena saltarse todas las ofertas culturales del día y caer con tu pellejo en Laut. Psicodélica en estado puro, embadurnada de grunge de calidad y disfrazada de rock apocalíptico, casi doce minutos de improvisación estudiada, en la cumbre de la noche… Cuando Xavi le dio la vuelta al bajo y pudimos leer FREE PALESTINE, sentí una sensación agridulce, entre dolor y angustia, pues soy de los que piensan, aunque parezca prohibido decirlo, que el conflicto no se arreglará hasta que al Netanyahu de los cojones, no le hagan un «kennedy» en condiciones.
Todo terminó, el bajo posado en el ampli y la carne de gallina regresando a su estado de normalidad, pero la cosa apremiaba y el bis fue rápido. «Gettin’ Old», encargado de abrir el álbum, le tocó cerrarlo, con tu poderoso rock y su centrifugadora de ritmos, terminado agónicamente con «TV Eye» de los amados Stooges.
Grandioso tema en el que aprovechó Joel para bajar entre el público, acompañado de Omar, y poner el broche de oro a una gran noche.
Y es que noches como la de ese sábado, nos ayudan a reivindicar que nuestra escena es poderosa y de gran calidad, que lo único que necesita es que la dejen espacios para crecer, y que el público les preste algo de atención, el rock de grandes estadios es más espectáculo que otra cosa, y total, al final lo ves todo a través de una pantalla de televisión, como en el sofá de tu casa; el auténtico rock lo encuentras en las salas pequeñas, donde el sudor del músico te salpica, donde su energía rebota en tu estómago y se la devuelves, donde la comunión perfecta entre público y bandas, construye algo tan maravilloso como el rock and roll.
Texto: JLBad
Fotos: Teresa Canturri, JLBad


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