
DOOL
TARABAN
Sala Wolf, Barcelona
30.04.25
Atractiva propuesta musical para cerrar un mes de abril de infarto en lo que a música en directo se refiere. Inesperadamente, no pareció despertar el mismo interés en el público potencial de este género y la sala Wolf asumió un aforo paupérrimo durante la actuación de los polacos Taraban, que no mejoró en exceso con Dool, banda principal de la noche.

Tenía muchas ganas de ver en directo a la banda polaca Taraban, pues sus dos discos hasta la fecha me encantan, sobre todo el álbum debut, How The East Was Lots.
Con escasas veinte personas en la sala comenzó un concierto bajo un riguroso color rojo penetrante, que dejaba la mayor parte de las ocasiones al grupo en penumbra. El técnico de luces se vino arriba y nos arruinó la retina quemada en numerosos fragmentos, con los innecesarios y molestos focos blancos hacia el público, que como recurso pueden estar bien, pero como rutina es un asqueroso procedimiento -sorry, es deformación profesional-.
No llegué a meterme de lleno en su show, el cual a grandes rasgos me pareció plano, lineal y largo, siendo que el minutaje no llegó a los 40 minutos. Sus referencias a Black Sabbath, que en disco se presentan como arma de calidad, se traducen en directo pesadas y muy recurrentes. El progresismo del estudio se trasluce en un vendaval de pseudo grunge que no aporta nada. Las ausencias del escenario del vocalista en cada solo de guitarras, rompían la energía que pretendían desplegar, todo aderezado con posturas muy cool, faltas de credibilidad. Una verdadera lástima, pues como decía los discos me gustan, pero en directo no consiguen despegar al público del suelo, algo que no quiero achacar a la ausencia del mismo. Eso sí, destacar al batería, que solo logré ver al finalizar el show al encenderse la luz del escenario, y la bajista, que le daba los toques de calidad musical que encontraba en los discos.

Tras una larga espera para el cambio de backline o esperando la aparición de más público, que se produjo pero de forma muy pobre; según el contador del de seguridad, éramos ochenta personas en sala. Curioso, pues aunque era la cuarta visita a nuestro país de la banda holandesa, esta era su primera vez en Barcelona, en una fecha poco propicia para la cultura, sea del tipo que sea; por un lado el inicio del puente del 1 de mayo, por otro y más deprimente, la convulsión social que supone una semifinal europea con el Barça como protagonista.
Para conocer la idiosincrasia de la música de Dool se debe conocer un poco la personalidad de Raven Van Dorst, vocalista de la formación. Un ser que nació intersexual y que quirúrgicamente fue obligado a vivir como mujer, hasta que ya de adulto está luchando por conseguir y convivir con su condición de hermafrodita. Esa lucha interna de Raven se trascribe en las letras de sus canciones, sobre todo en su último trabajo, The Shape Of Fluidity, donde a la complejidad musical se entrelaza la tempestad interna de su protagonista.

La banda comenzó su set list con el tema que da nombre a su último álbum, «The Shape Of Fluidity», un tema de siete minutos que implica un desarrollo musical amplio a modo de tarjeta de presentación. Comienza con una voz seductora y aguda, abrasada por una rever lánguida y extrema, que me obliga a piropear al técnico de sonido, quien en cada momento muteaba o dejaba libre los efectos deseados -no pude evitar ir unos minutos a disfrutar de su manipulación-. El sonido era perfecto, nítido en los momentos necesarios y fuerte y contundente cuando el tema lo precisaba.

Y como hemos destacado la labor del técnico, sería bueno hacer lo mismo con el batería Vincent Kreyder, demoledor, y el bajista JB Van Der Wal, un demonio vikingo que abrasa el sonido de sus cuatro cuerdas, provocando una taquicardia continua durante todo el show. Ellos dos son media banda, qué poderío desempeñan, que fuerza incontrolable lanzan desde el escenario para ser recogida impunemente por nuestros estómagos, sencillamente brutales.
Con «Self-Dissect» y la enigmática «The Hand f Creation» se configura el primer trío de temas del último disco, antes de pasar a uno de los momentos cumbre de la noche, «Wolf Moon», del álbum Summerland de 2020 y «The Alpha» de Here Now, There Then de 2017. Ya teníamos finiquitado medio concierto y el público, aunque escaso, estaba completamente entregado a la liturgia de Dool, no era para menos.
El sonido de Dool es una mezcla bien proporcionada de numerosos estilos, configurando una identidad compleja pero muy personal. Es indudable que se manejan perfectamente en las aguas del metal, en ocasiones rozando el stoner en pasajes instrumentales, pero no es menos evidente que su vertiente oscura les obliga a adentrarse en los caminos más siniestros del gótico, para enmarañarse en un progresismo sonoro perfectamente resuelto.
«God Particle» inició la segunda mitad del concierto, como una progresión subterránea que in crescendo bucea por una psicodelia tenebrosa, que acompañada de las luces sanguinolentas, nos adentraba en su infierno personal.

Es en esas atmosferas siniestras donde más lucen las guitarras entrecruzadas de Nick Polak y Omar Iskandr, a los que se suma la propia Raven para en ocasiones crear la misma melodía en diferente tono que embriaga y acongoja en igual proporción.
Tocaba presentar de un tirón el resto de temas de The Shape Of Fluidity, así cae de forma trágica y penetrante la enigmática «Venus In Flames», la angustiosa «House Of a Thousand Dreams» con disparos de secuencias que sustituyen a los violines del disco, pero que lejos de violar el directo, se compenetran perfectamente con la progresión de las tres guitarras, desembocando en un infierno de metal épico, donde el bajo y la batería vuelven a hacer temblar el suelo de la Wolf.

«Hermagorgon», otra tétrica interpretación de metal gótico, deja paso al coreado «Oweynagat», pieza de casi ocho minutos en la que vuelven a repasar todo su catálogo sonoro, con un final mucho más ruidoso y explosivo que la grabación incluida en el directo Visions Of Summerland de 2023, donde las tres guitarras repitiendo la misma secuencia de punteo produjeron un efecto hipnótico fascinante.
Todos los presentes esperábamos más, pero no hubo bis y la pantalla de la Wolf bajó poco a poco para anunciarnos la muerte súbita de un extraordinario bolo. Por si hubiera algún mal pensado que en su conspiranoia, ahora muy de moda, pensase que la falta de público recortó el show, tan solo apuntar que es el mismo set list de toda la gira con un tiempo estimado de hora y cinco minutos… algo rácano, eso es verdad.
Texto y fotos: JL Bad


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