
ELECTRIC MARY
Sala Wolf, Barcelona
16.09.25
Parece mentira que bandas con una trayectoria tan sólida y un directo tan contundente decidan colgar su carrera, pero a buen seguro que tienen razones de peso para adoptar tan drástica decisión. Por nuestra parte, seguidores de la trayectoria de los australianos, tan solo podíamos aprovechar la ocasión para despedirnos como se merecían, asistiendo a su último directo en Barcelona para compartir una genuina noche de Hard Rock crudo, auténtico y desgarrador porque, en definitiva, eso es lo que ofrecen, su alma encima del escenario.

Buena entrada la que registró la sala Wolf, aunque como nos comentaban los promotores, la cosa se animó en las últimas horas y, a menudo, significa un tremendo suplicio para las pequeñas promotoras.
Desde el inicio, descargaron un repertorio sin fisuras para rememorar todas sus grabaciones desde 2004, dos décadas de buen rock n’roll resumidas en casi dos horas de música.
Empezaron con el último sencillo publicado en octubre del año pasado y que se antojaba como el adelanto de un nuevo álbum pero terminó siendo la antesala de la despedida, un atronador «Shaun» (en memoria del fallecido Shaun Gardener amigo y coescritor de las letras de la banda) con una fuerza tremenda en los riffs de guitarra a cargo de Pete Robinson y Simon Hosford (que substituía la baja del carismático zurdo Brett Wood) con buena e impecable ejecución, no en vano tiene una amplia experiencia como músico de sesión. Tanto la batería de Spyder y en especial el bajo Alex Raunjak sonaban de una intensidad atronadora y es que la composición de la música del tema corrió de su cargo (por lo que nos dijo Rusty al terminar el concierto) y él se encargó de la letra. Por cierto, Rusty Brown estaba pletórico y demostró tener la voz en mejor estado que en su última visita y también había mejorado mucho en forma física. El buen sonido de la sala ayudó desde el principio a disfrutar de la energía que se volcaba desde el escenario.

Con estas premisas nos marcaron a fuego con «Gimme Love» y la potente «Gasoline & Guns», consiguiendo levantar el entusiasmo del público aunque ya estaba entregado desde el principio. Le siguieron «Luv Me» y «One In A Million», dos medios tiempos para dosificar la adrenalina. Hay que reconocer que el bajo de Raunjak cobra mucho protagonismo en el escenario, tanto en trabajo como en presencia, con una gran simpatía e interacción con el resto de la banda mientras articulaba «No Once Does It Better Than Me» y «Sweet Mary C» con esa preciosa slide de entrada, seguida por «One Foot In The Grave» configurando uno de los bloques más grasientos de la noche. Los músicos se lo pasaron en grande, bromeaban entre ellos, interactuaban cada vez que se cruzaban, y estuvieron muy comunicativos con el público. Quizás el virtuosismo del recién incorporado Hosford quedó un tanto deslucido y fuera del contexto crudo y sin artificios del resto de la banda, sobre todo en los temas donde se sucedían sus solos con los de Robinson, se echó de menos la complicidad que gastaban las guitarras en anteriores giras.

Un set list estructurado de forma que cada cuatro temas trepidantes nos llegaba la calma, en este caso con uno de los temas más bonitos de Electric Mary, «So Cruel» compuesta principalmente por Robinson con ese característico riff inicial y final y en la que intercaló un solo precioso, fue una gozada verle recorrer el mástil, al mismo tiempo que abrió el frasco de las esencias con la poderosa «Woman» y cómo no, con «Already Gone», un blues sutil y lento que erizó el vello de muchos de los presentes.
El concierto llegaba a su fin, pero quedaría una última sorpresa en «My Best Friends», tema donde se presenta a la banda y en el que el hijo de Spyder, de tan solo 15 años, se puso a la batería y terminaron el tema padre e hijo compartiendo tambores creando uno de esos momentos, tan agradecidos, en los que generaciones tan alejadas comparten y quedan unidas por la música.

En el bloque final sonaron «O.I.C» y como no, la esperada «Let Me Out» donde la guitarra de Robinson volvió a cobrar todo el protagonismo, puro feeling al deslizarse por el mástil. «It’s Alright» puso en punto final a una noche llena de emociones. Asistimos a un concierto para recordar pero triste porque no dejaba de ser una despedida y como toda despedida, siempre deja un gran vacío, sobre todo si destila autenticidad. Es que tanto escasea y echamos en falta en algunos de los perfectos relevos, carentes de alma y grasa, que van apareciendo en el horizonte.
Texto: JL Bad / Lady P.
Fotos: Mercè Carbonell



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