The Georgia Thunderbolt
Sala Wolf, Barcelona
14.05.25

¡Vaya semanita!, que dirían algunos, si no quieres caldo dos tazas, los más cascarrabias, aunque los inconscientemente optimistas apostábamos a que no hay dos sin tres. El caso es que los amantes del rock de raíces metimos los dedos en el enchufe de la recarga el lunes en Razz 3 con The Comancheros, ayer miércoles volvimos a electrocutarnos en la Wolf ante The Georgia Thunderbolts y cerraremos la semana el domingo en La Traviesa viendo a Mike Ross Band con las reservas de energía al máximo.

Sesión doble de southern rock, eso sí, con matices totalmente diferenciados tanto en concepto como en resolución. La crónica de The Comancheros la podéis leer aquí. Ahora nos enfrentamos con el show de The Georgia Thunderbolts.

La sala presentaba un paisaje realmente hermoso de público que no se tornó agobiante en ningún momento, pudiendo disfrutar de los americanos en su primera visita como cabeza de cartel de su propia gira -anteriormente les pudimos ver teloneando a Black Stone Cherry-. Con algo de retraso se les vislumbraba en el escenario mientras la pantalla de la sala Wolf ascendía con lentitud pasmosa. 

No hicieron falta presentaciones y se lanzaron a una carrera contrarreloj que se inició con «Stan Up» y ese bajo de Zach Everett con sus cinco cuerdas penetrando el ambiente y dejando claro que iba a sonar demoledor, quizás demasiado. Tan solo un tema para darnos cuenta de por dónde iban a ir los tiros -nunca mejor dicho, pues los muchachos son amantes de la caza deportiva, lo que es un oxímoron en sí mismo-.


Aquí el bacalao lo cortan y reparten TJ Lyle, joven vocalista, que además se sienta al teclado y sopla esa lata llamada armónica de vez en cuando, a no ser que este ocupado con la guitarra electro acústica, y Riley Couzzourt con su Gibson, a la que no para de sacarle humo con los dedos. Ellos dos bajo la atenta mirada del grandullón Bristol Perry a los mandos de sus tambores, punto pelota.

Que no es por menospreciar a nadie, pero una banda de southern o rock setentero si prefieres, que tenga dos guitarristas y mientras uno le da brillo el otro brilla por su ausencia, me parece un gasto innecesario. Porque el pobre de Logan Tolbert se limitó a su papel de rítmica sin meter cuchara en todo el recital.

Otra consideración que creo necesaria, es que los de Rome, Georgia, no se limitan a recorrer los senderos arenosos del southern rock ampliando su sonido a un rock clásico aposentado con un pie en los setenta y el otro en las bandas británicas de la década dorada del rock.

Su repertorio es espléndido e hizo gozar a la nutrida audiencia que se volcó coreando los temas del último álbum, Rise Aboveit All, del cual, si mi memoria no me hace la puñeta, sonaron ocho piezas, entre las que cabe destacar la contundente «Whiskey Talkin’», «Rock and Roll Record» con TJ sentado al teclado en uno de los momentos más dulces de la noche, la energía que desprendió «Little Jim» cuando nos acercábamos al final, con ese sabor tan genuino a Bad Company que sobrevoló la noche en varias ocasiones, o la semiacústica «Crawling My Way Back To You», precedida por otro momento excepcional, cuando TJ en solitario interpretó el clásico «Stand By Me» en una cover más cercana a Otis Redding que al original de Ben E. King.
También apareció un cover de «Midnight Rider» de Allman Brothers Band y otra de Hank Williams, «I’m So Lonesome I Could Cry», para el resto del repert, hasta completar una hora y media en ese túnel del tiempo que nos engulló y nos devolvió más felices que antes de haber entrado. 


Particularmente me faltó volumen en el concierto, algo que se repite últimamente en la Wolf, y desconozco si es por algún limitador interpuesto o por gusto personal del técnico. El show adoleció de algo más de brío por parte de la banda, que con un repertorio sólido e indiscutible, no le echo garra al asunto, sobre todo la parte derecha del escenario ocupada por Zach y Logan, bajo y guitarra rítmica respectivamente; cuando esto pasa, me da la sensación que el escenario se tumba demasiado hacia el otro extremo, desequilibrado, y desconozco si será por algún toc desconocido, pero noto que falta compensación. No obstante, fue una gran noche de rock setentero, de una banda que todavía es muy joven y debe de redondear ciertos flecos.
Texto y fotos: JLBad


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