La Perra Blanco Trío
Festival de Blues de Cerdanyola
Bosc Tancat
, Cerdanyola
7.10.23

Dicen que Murphy era un trabajador de la NASA, contratado para encontrar todos los errores posibles en el trabajo de los demás científicos y técnicos, de tal manera que el pobre empleado, era el ser más odiado del complejo estelar de los USA, vamos un desgraciado baja braguetas para el resto del colectivo. Su fama se hizo mundial y sin escribirla, es el autor de la Ley de Murphy, que básicamente, dependiendo de país y el lenguaje, viene a decir: «Cualquier situación, por jodida que parezca, se puede jorobar más».
Esa ley regía y creo que sigue vigente, en mi relación con La Perra Blanco, pues el día de hoy era la cuarta vez que pretendía disfrutar de su música en directo y por el dichoso Murphy, las tres anteriores se había jorobado.
Así que luchando contra los elementos de la terrorífica norma, he pillado la feria de «nosequé» de Sant Joan Despí, una vuelta ciclista de abuelos y niños, las fiestas de Les Corts y un atasco monumental para entrar en Ronda d’Dalt. Con tesón y cabezonería, por mi parte, y la de uno de los dos acompañantes, que se encontraba en mi misma situación de desamparo, llegamos al Bosc Tancat con quince minutos sobre la hora prevista.
Aquí comienza la segunda odisea y permitirme una reflexión. Es imperdonable e insoportable, que un recinto que tiene la concesión de la administración, para su explotación y desarrollo, no haya entendido que lo de explotar, es sacarle rendimiento, no esclavizar y torturar al siempre venerable público, más si se trata de esta música, pues es más venerable y añejo. Señores de la política municipal, miren con lupa las concesiones, porque de ser un desastre como la actual del Bosc Tancat, la gente, que no tiene el deber de saber quién es el culpable, atosiga a la organización, inocente y mayor sufridora. Luego, ustedes se quejan de que pensemos cosas como el amiguismo, la ineptitud, la consabida corrupción, y más tribulaciones judeo-masónicas, pero es que lo dejan a huevo. Es de juzgado de guardia, bajo un solano de 29 grados, según el termómetro del móvil, que haya que hacer colas de media hora para una cerveza, siempre y cuando no se acabe el barril, porque entonces pierdes mitad de concierto… y si creéis que siempre tengo la mente ocupada en el bebercio, que tenéis razón, os diré que hubiera matado por una tostada sin alcohol, que no se acabaron, es que no compraron y los pobres, desde el jueves, no tuvieron tiempo de nada.

En fin, acalora sobre secano, y la escasa sombra estaba defendida con uñas y dientes, por los madrugadores. Mientras que estábamos esperando un despiste, para colarnos en cinco centímetros cuadrados de entoldamiento natural, como los viejos que se levantan a las seis de la mañana para colocar su toalla en la playa, subieron al hell-escenario, Guillermo «La Bestia» González con su contrabajo y Jesús López se puso a los mandos de la batería, comenzando un ritmo que invitaba a acercarse al entarimado, con todo el mérito que suponía la acción. Comenzaron a sonar las notas de la guitarra, pero no se veía por ningún lado a Alba Blanco, hasta que al poco aparece tocando desde la carpa que servía de camerinos y se planta encima de la plataforma, más patíbulo que tablao este mediodía.


Tras la intro, donde pudimos comprobar la postura percutiva de Alba, arremetieron con «It´s fun but it´s wrong» del único álbum hasta la fecha, «Bop & Shake». Sus espasmos tras las seis cuerdas son como un virus contagioso y comprobamos, ipso facto, el porqué de su popularidad y la acusación de estar removiendo los cimientos del rock & roll, pero para qué escribir más, comprobarlo:

«Hola, soy la perra, blanco es mi apellido, trío somos todos», ni one, two, three, Go!, ni puñetas, a saco, directos a la yugular. «Find Me That River», una espectacular versión de su, ya clásico, «Rock Me Baby», con una presentación muy peculiar, que nos mostró a una andaluza graciosa y muy cercana: «Esta canción habla de guarradas, en sí, todas mis canciones son y hablan de lo mismo. Esta dice, me puedes tocar el moño, me puedes tocar el…», a buen entendedor, pocas palabras bastan; «You can touch my back», que nos sirvió para alucinar con el contrabajo, no ya con la forma de tocarlo, insuperable, por su belleza y misticismo, superado al poner La Bestia a bailar su instrumento y comprobar que la parte trasera, escondía un tablero de ouija. Este tema, o posiblemente otro, porque las neuronas estaban a un paso de provocar un ictus, o directamente comenzar a hervir, sirvió para que Alba y el susodicho bajaran del escenario y se mezclaran a tocar con el evaporado público. Un servidor, que a veces se cree muy listo, pero no lo es, al verificar que un sujeto, abrió parte de las vallas del backstage, se fue allí a esperar que en su retorno pasaran por delante del objetivo, buscando una instantánea, que suele ser muy agradecida en estas crónicas, pero así me quede, compuesto y sin novia… subieron a pelo.

Como dicen los valientes inteligentes, como el Gato Andaluz de los dibujos animados, «Más vale que digan que de aquí corrió, no que aquí murió», me desplacé a una parcela de sombra que me había ganado de sobras. Desde allí, sin nada que echarme al gaznate, más allá de la saliva que podía generar y compadeciendo a La Perra, que tras cada canción se quejaba, hasta el punto de suplicar, «por lo que más quieras, apaga las luces», contemplé el resto del set. Maldije no imitar a los sabios del lugar, que llevaron su propio control de avituallamiento, en formato de latas cerveceras, refrescos y botellas de vino.

El concierto no menguó en intensidad, muy al contrario iba subiendo el octanaje y potencia, «Sweet Daddy Lips», invitaba a sus tribulaciones sobre el mástil, haciéndome pensar que si llevaba un reloj que contara los pasos, como es mi caso, iba a reventar el contador con sus movimientos epilépticos. Con «Bop & Shake», tuvieron de invitada estelar a Ster Wax, que por la noche actuaba en el Mercat de Las Fontetas, sin sol y con bebida fresca. Una buena ocasión para que un público que, en parte, no era afín a su lado del crossroads sonoro, conociera el potencial de Ster Wax; nunca es tarde si la dicha es buena.

Sonaron más temas, pero el daño ya estaba hecho, era irreversible, me declaro fan de La Perra Blanco, en un día en el que posiblemente terminara más torrada de lo acostumbrado, y lo digo por el sol, que me he imaginado lo que pensáis por vuestra cara y no soy yo quién, para criticar si se bebe o se deja de beber. Por mi parte, marché raudo y veloz, más contento que un tonto con dos pelotes, a Cal Pintxo, donde Xavi y Susana me sirvieron dos Torradas 0’0, que me supieron a gloria, tras la experiencia del Bosc Assecat.
Mañana más, aunque complicado que sea mejor… o sí.
Texto: JLBad
Fotos y videos: Cecilia Blues


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Una respuesta a “El día que La Perra dejó de ser blanca”

  1. Suscribo todo!!! Que pocas ganas de trabajar y hacer caja en ese bar… Luego se quejan que entremos bebida de escondidas pero es que hay que hacerlo dada la situación…
    La perra muy perra! Por fin la vi y me encandiló 🎶

    Le gusta a 1 persona

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