QUI TOCA AQUESTA NIT?
UNA HISTÒRIA DEL ROCK EN 64 CONCERTS
RICKY GIL
Rosa dels Vents
2023

Antes de nada, quisiera recalcar, por si alguien no se ha fijado, que se trata de «Una historia», no «La historia», pequeño matiz que puede desordenar todas las neuronas de nuestro sistema operativo. Dicho esto, y porque lo considero oportuno, remarco que es su historia, la de Ricky Gil; un tipo afable, alto, delgado y que viene picando piedra y dando la brasa -con cariño y respeto- desde mediados de los 80. Ricky es un francotirador en potencia, una enciclopedia andante de la música popular, que lejos de achantarse y tan solo militar en un gran número de bandas, es otro adicto a las ondas hertzianas, con su programa de radio Guitarra, baix i bateria, además de ser el propietario intelectual de tres libros: La biografía de Brighton 64, Bola y cadena, la novela Enhorabona pel programa, y ahora, esta crónica sentimental en rojo -por la portada-, de sesenta y cuatro conciertos que marcaron sus vivencias musicales.

Personalmente, pienso que el libro es una maravilla, un road book en toda regla, que comienza con Lluís Llach en Viladecans, el 19 de febrero de 1977, para terminar junto a The Pretenders en el Azkena Rock, el 16 de junio del 2023. En el camino a recorrer, los años y décadas, acompañados por grandes nombres del firmamento musical, de numerosos estilos y géneros, porque un melómano que se precie, si deja que le impongan fronteras, ni levanta alambradas que entorpezcan su destino, es fascinante.
Hay que dejar claro, porque es muy importante, que nos se trata de una colección de crónicas de concierto, propiamente dichas, más bien relatos personales de las vivencias, visiones y reacciones ante experiencias musicales extraordinarias, porque la música en vivo tiene eso, nos aporta una mundología asombrosa y un bagaje sobresaliente. Cada capítulo, cada concierto, está repleto de datos, sensaciones, vibraciones que se pueden leer y sentir, y donde puedes encontrar, entre líneas, un conocimiento que, de tenerlo, está escondido en lo más profundo del hipotálamo, como las fiestas del PSUC en la Montaña Mágica, y que Ricky lo despierta y lo planta en primera fila del lóbulo temporal, ese cabrón que con la edad se vuelve más perezoso y olvidadizo.
Destacaría muchos relatos del libro, porque repito, a riesgo de hacerme pesado, algo que me importa un pimiento y la mitad del pisto, es una maravilla de obra, pero como botón de muestra o viceversa, quisiera destacar uno de ellos. 8 de abril de 1983 en la sala Zeleste de Platería, Parálisis Permanente, probablemente la primera vez que coincidí con el autor, sin conocernos y saliendo como auténticos desconocidos del mismo.
Esa narración, en cinco páginas, realiza una radiografía de la historia de la sala, del público de la época y de una ciudad, Barcelona, de la que parece que tenemos una visión colindante: «Potser sí que a mitjans dels setanta Barcelona era una festa, però la festa va continuar fins a la nominació de la ciutat com seu olímpica…», nada más que añadir, señor juez.
He tardado en escribir estas líneas maltrechas, y no quiero que parezca excusa, porque ni de lejos lo pretendo, pues el libro ha estado y sigue impertérrito, al lado de la mesa de sonido del comedor. Cuando llevaba devoradas, poco más, las primeras cien páginas, a una velocidad paupérrima, me detuve e hice un planteamiento del que no me arrepiento. Cada informe de tinta, debería ser acompañado con música de ese momento temporal, y regado con los recuerdos que pudiera tener en común, que eran muchos, añadiendo a mi argumento que en ciertas ocasiones, más de las que cabría desear y menos de las que cabría esperar, mi mente no se encontraba en un estado de lucidez tal, que le permitiera escribir datos en el disco duro. Sirva de ejemplo, las Festes de la Merçe de 1987, cuando todavía era una fiesta para todos, no como ahora. El jueves mi cuerpo aguantó el primer envite de Los Enemigos y Dr. Feelgood, viernes sucumbí en la más triste de las miserias, por culpa de The Flamin´Groovies, para mantener caía libre el sábado con Detectors y el propio Ricky con Brighton 64, y llegar en un estado misérrimo al domingo, y no guardar apenas recuerdos de Chuck Berry. Una narración, que viene a preñar mi impotente amnesia.
Sesenta y cuatro conciertos, numerosos escenarios, de aquí y de allá, bandas conocidas y meritorias en las páginas de una enciclopedia musical y narraciones que se escapan de lo común, abren tu mente y provocan evocaciones del pasado, que pueden ser presentes en el futuro, porque si algo tiene la buena música, radica en ser atemporal; de eso sabe mucho Ricky Gil. ¡Enhorabuena!
Jlbad


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